El patrullero
La serie 'The responder' resulta un drama humano disfrazado de relato policial, que otorga un carácter ompasivo al protagonista, el actor Martin Freeman
20 septiembre, 2024 19:52A todos los que hayan visto Taxi driver, de Martin Scorsese (y Paul Schrader como guionista) y Bad lieutenant, de Abel Ferrara, les resultará levemente familiar el personaje de Chris Carson (Martin Freeman), que protagoniza la espléndida serie de la BBC The responder (El patrullero), cuya segunda temporada se ha materializado recientemente en Movistar.
Si no es el poli más atormentado de Liverpool, al pobre Chris poco le falta: su mujer lo ha plantado y se ha liado con un sargento de su propia comisaría; se lleva fatal con su anciano padre, un ex alcohólico con muy malas pulgas; su madre (la inolvidable Rita Tushingham de los tiempos del free cinema británico), ha fallecido en la residencia en la que languidecía; su mejor amigo desde la infancia, el narcotraficante Carl Sweeney (Ian Hart) acabó asesinado al final de la primera temporada (y en parte, por culpa suya); sus compañeros lo consideran un tipo inestable y corrupto que solo le cae bien a su compañera de patrulla, Rachel (Adelayo Adedayo), y al que han condenado permanentemente a deambular por Liverpool durante el turno de noche…En resumen, Chris Carson es un cuadro. ¿Pero es también un mal bicho? No exactamente.
Al principio de la segunda temporada (cinco episodios), encontramos a Chris patrullando a solas porque en la comisaría ya no saben qué más hacer para amargarle la vida. La viuda de su amigo Carl, Jodie (Faye McKeever) ha heredado el negocio del difunto e intenta sacarlo adelante con la peor ayuda posible, la de dos viejos y desastrosos conocidos de Chris: Casey (Emily Fairn), una adicta a toda clase de sustancias que ve en Jodie una oportunidad de prosperar en la vida (aunque jugó un papel esencial en el asesinato de su marido, lo cual, cuando Jodie se entere, la pondrá en peligro a ella y, de rebote, a Chris, que intentará salvarle el pellejo) y su amigo Marco (Josh Finan), un chorizo de poca monta que va dando tumbos por la vida mientras intenta, sin mucho éxito, cuidar de la hija que ha tenido con otra inútil de su cuerda a la que han enviado a la cárcel por partirle la cara a un pedófilo que luego resultó no serlo. Si Casey y Marco no son los desgraciados más penosos (hasta el punto de resultar casi entrañables) de la ficción televisiva contemporánea, poco les falta.
Antes de un accidente de tráfico
Chris se pasó la primera temporada con un pie a cada lado de la ley. Haciendo el bien, en la medida de sus posibilidades (que no es mucha), echándole una mano a su amigo el narco (y recibiendo de él dinero por sus servicios), intentando salvar su matrimonio y el cariño de su hija, quien se ha dado perfecta cuenta de que papá es un desastre de uniforme, y visitando frecuentemente a su madre en la residencia. Siempre entre Pinto y Valdemoro, Chris es un saltimbanqui que no sabe cómo escapar de la extraña forma de vida que se ha fabricado y que, como a Harvey Keitel en Teniente corrupto, lo está conduciendo a la catástrofe. Para el espectador, ver The responder es como asistir a los preliminares de un accidente de tráfico o del descarrilamiento de un tren.
Si The responder no se recibe con los bostezos propios del espectador al que ya le han contado doscientas historias de policías atormentados es gracias a su protagonista, ese Martin Freeman al que muchos descubrimos interpretando al doctor Watson en la versión contemporánea de las aventuras de Sherlock Holmes (serie espléndida que también puede encontrarse en Movistar), y su creador y guionista, Tony Schumacher, quien antes de ganarse la vida como escritor fue policía en Liverpool (como lo fue en Francia el estupendo cineasta Olivier Marchal, responsable de algunos thrillers magníficos y de una gran serie de televisión, Braquo, que en España pasó injustamente inadvertida), además de taxista. El señor Schumacher sabe de lo que habla, y si no conoció en su momento a alguien como Chris, lo parece.
Almas perdidas
Al final de la segunda temporada de The responder, la vida del pobre Chris Carson no ha mejorado en absoluto. Y seguimos dándole vueltas a cómo terminará su peculiar peripecia, en la que intenta poner parches que nunca funcionan (véase el grupo de hombres atormentados al que acude y que está dirigido por un cura con unos problemas de alcohol que se ponen especialmente de manifiesto cuando se presenta a la Primera Comunión de la hija de Chris espectacularmente borracho y con serias dificultades para mantenerse en pie), mientras la amistad, el interés o la compasión por gente que solo puede causarle problemas lo va hundiendo cada vez más.
Drama humano disfrazado de relato policial, The responder, aunque su punto de partida no sea de una gran originalidad, funciona por el tratamiento compasivo que su creador otorga al protagonista y a los secundarios, una pandilla de almas perdidas que, a uno u otro lado de la ley (o en ambos, como Chris), intenta encontrar el camino de salida del laberinto incomprensible en el que se ha convertido su existencia por una serie de circunstancias: la principal, su propia ineptitud a la hora de atravesar lo que conocemos como vida.