Crímenes, nazis y el hijo de Odín
El 'thriller' alemán 'Las semillas del mal' es un 'serial killer' con una parte sociológico-política y referentes paranormales, cuestiones que lo alejan del género
30 agosto, 2024 18:29Extraño thriller alemán (con elementos políticos y paranormales) en Filmin: Las semillas del mal (título original, Die quellen des bössen, para los que se manejen en la lengua de Goethe, lo que no es mi caso).
La aparición del cadáver de una adolescente en el bosque de un pueblo de la antigua Alemania Oriental (la acción transcurre a principios de los 90, poco después de la reunificación), tendido sobre un lecho de flores, hace pensar que nos hallamos ante un nuevo misterio protagonizado por un asesino en serie, pero la cosa no tarda mucho en avanzar en distintas direcciones. Por un lado, efectivamente, ronda un asesino por el pueblo de marras, pero no es el único problema que se registra en la zona, rica en neonazis metidos en turbios negocios y en supersticiones relacionadas con la mitología germánica en las que juega un papel preponderante Vimar, el hijo de Odín, quien, teóricamente, es quien lleva a cabo los crímenes, convenientemente disfrazado de lobo, que era una costumbre de su supuesto inspirador (o perpetrador inmortal).
Sociológico-política y referentes paranormales
El caso de la adolescente sobre el lecho de flores va a parar a una agente local, Ulrike Bandow (Henriette Confurius), que en su primera juventud se topó con un crimen semejante y hasta le pareció discernir en el bosque la figura de un lobo enorme, incidente que la convirtió en una adulta de precaria estabilidad mental, social y sentimental (situación agravada por la desaparición de su madre, que se fue el Oeste y apenas se ha vuelto a saber de ella). Para echar una mano, llega de Hamburgo el inspector Koray Larssen (Fahri Yasdim), cuyo aspecto asiático no es del agrado del siniestro facherío local (que puede estar detrás de un tráfico de jovencitas polacas para el consumo de degenerados de alto standing). La poli del Este y el inspector del Oeste deberán unir sus esfuerzos para aclarar la situación, aunque este arrastra una pesada cruz en forma de esposa e hijo huidos de la justicia por la pertenencia de la primera a una banda terrorista.
¿Fue el mismo pseudolobo el responsable del crimen de la adolescencia de Ulrike y del de la joven polaca? Todo parece indicar que sí. Y que el origen de todo puede hallarse en un siniestro orfanato cerrado hace ya bastantes años. Y hasta aquí puedo leer para no incurrir en el siempre lamentable spoiler. Pero lo que aleja a Las semillas del mal de la típica historia con serial killer es su parte sociológico-política y sus referentes paranormales.
Un cóctel original
Con respecto a la primera, Las semillas del mal es un muy creíble relato de lo que fue la vida en los pueblos de la Alemania Oriental en los inicios de la reunificación: les había llegado la democracia, pero seguían sumidos en la pobreza y el cutrerío y habían desarrollado una notable grima hacia sus compatriotas occidentales y hacia los extranjeros de piel oscura (como puede comprobar el pobre Koray cuando observa que mucha gente se refiere a él como El mono). Y con respecto a los segundos, la misma burricie que conduce al racismo lo hace también en relación con las supersticiones locales, alimentadas por una extraña familia que vive aislada en el bosque y cuya hija adolescente jugará un relevante papel en la resolución del caso. En el fondo, se nos viene a decir, no hay tanta diferencia entre creer en la raza aria y creer en Odín y su hijo el lobezno asesino.
Las semillas del mal es, al mismo tiempo, una historia de misterio, un retrato de la vida rural en la antigua Alemania del Este y una reflexión sobre la subsistencia de las supersticiones heredadas de la mitología germánica. O sea, un cóctel muy especial y original que, lamentablemente, puede que no resulte del gusto de una mayoría de espectadores poco dados a mezclar peras con manzanas. Pero son los elementos extrapoliciales los que confieren a esta miniserie de seis episodios su peculiar encanto, que, sin ellos, solo sería un thriller más de asesinos siniestros y víctimas inocentes.