'El índice del miedo' o la codicia del algoritmo
La miniserie 'The fear index', a partir del thriller del mismo nombre de Robert Harris, juega con la Inteligencia Artificial y resulta un ejercicio inquietante para el televidente
21 julio, 2023 18:47El escritor británico Robert Harris (Nottingham, 1957) divide su producción literaria entre novelas históricas y thrillers especialmente trepidantes (reconozco que prefiero los segundos a las primeras). En el año 2011 publicó una pesadilla tecnológica titulada The fear index (El índice del miedo) que ahora acaba de convertirse en una miniserie homónima de Sky Showtime: cuatro episodios trufados de adrenalina en torno a las angustias de un científico que, cual aprendiz de brujo, se ve superado por el algoritmo de inteligencia artificial que ha creado y que amenaza con destruirle mientras no para de hacerle ganar dinero a él y a sus avariciosos inversores. El fantasma del HAL 9000 de 2001: Una odisea del espacio está más presente que nunca en los tiempos que corren: pensemos en Sam Alston, creador del Chat GTP, y su petición a los gobiernos de que lo vigilen de cerca.
El Sam Alston de The fear index es el doctor Alex Hoffman (Josh Hartnett), creador de VIXAL, un algoritmo triunfal carente de emociones humanas, a no ser que incluyamos entre estas la codicia. El socio de Hoffman, el siniestro Hugo Quarry (Arsher Ali) adora a VIXAL y se la sopla lo que haga para incrementar la cuenta bancaria de la empresa y de sus inversores. Hoffman, por el contrario, es un buen tipo que se ve asediado constantemente por el temor a las consecuencias morales del algoritmo de marras. Durante su paso por el CERN (Centro de Estudios de la Investigación Nuclear, por sus siglas en francés), situado en la frontera entre Suiza y Francia, nuestro hombre ya sufrió una crisis nerviosa con delirios paranoicos y manía persecutoria. Se recuperó y montó con el codicioso Hugo la empresa en que le conocemos, con base en Ginebra, donde vive Hoffman con su mujer, Gabby (Leila Farzad), en una mansión que cuesta 42 millones de euros.
Alex Hoffman parece ser, pues, uno de esos masters of the universe de los que hablaba Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades, pero de rostro humano y con su corazoncito (nada que ver con el abyecto Hugo: no acaba de quedar claro quién manda ahí). Todo parece irle razonablemente bien hasta que un día las cosas empiezan a torcerse: un intruso se le cuela en casa y a punto está de asesinarle junto a su esposa; VIXAL realiza rentables inversiones de moralidad dudosa para las que son necesarios unos conocimientos que nadie le ha programado; la explosión de un avión supone una monumental entrada de dinero para la compañía de Hoffman, que había invertido en otras aerolíneas; un estallido del virus Ebola enriquece súbitamente a una farmacéutica en la que la empresa de Hoffman ha invertido seriamente…
Entretenimiento inteligente
Tras la intrusión en su mansión, Hoffman descubre supuestas instrucciones suyas a sus subordinados que no recuerda haber impartido (aunque los e mails parecen delatarlo). Un vistazo a la dark net revela que él mismo encargó su asesinato y el de su mujer. Y así sucesivamente. ¿Se está volviendo tarumba el pobre doctor Hoffman o, como él se teme, VIXAL ha empezado a pensar por su cuenta y ha visto en sus escrúpulos morales posibles contratiempos para su insaciable codicia, que tan feliz hace al miserable de Hugo? Eso es lo que deberá desentrañar nuestro héroe, cuyo equilibrio mental no es precisamente impecable, como suele suceder entre los genios, a lo largo de cuatro episodios frenéticos que un servidor de ustedes se tragó del tirón (afortunadamente, no recordaba nada de la novela original, más allá de que me gustó mucho, motivo que me llevó a ver la adaptación televisiva).
Vivimos tiempos tecnológicos que mueven a la euforia. Y al terror. El uso que hagamos de la IA y demás inventos que sirven para hacer el bien y para hacer el mal marcará nuestro futuro más inmediato (en su acepción más banal, aún estoy flipando con el rejuvenecimiento digital de Harrison Ford en Indiana Jones y el dial del destino, nada que ver con la chapuza que sufrieron Robert de Niro y Al Pacino hace unos pocos años en la película de Martin Scorsese El irlandés). Alex Hoffman es un científico bienintencionado con un socio infernal y una invención que le sale por peteneras porque su única prioridad es amasar dinero, caiga quien caiga. No les voy a contar quién acaba ganando la batalla, si el hombre o la máquina, pero se lo pueden imaginar. Y, por el mismo precio, El índice del miedo deja una inquietante pregunta en el aire que deberá contestar el espectador: ¿se le ha ido la olla al algoritmo o a su creador, que ya tuvo problemas mentales en el CERN?
En cualquier caso, aquí tenemos cuatro horas de entretenimiento inteligente que te mantienen permanentemente colgado de la pantalla del televisor. Lo que no es poco en los tiempos audiovisuales que corren.