Sexo de ida y vuelta
El documental 'Regretters' aborda el cambio de sexo de Johansson y Fagin, dos víctimas de la sociedad
16 mayo, 2023 16:52La cuestión de la transexualidad es actualmente un tema que está en boca de todos y que ocupa bastante espacio en la política y en los medios de comunicación. Unos lo consideran un asunto que había que afrontar con decisión. A otros les parece que se está convirtiendo en una moda al ver aparecer transexuales como setas, en todas partes y a todas las edades. Pero en el año 2010, cuando el sueco Marcus Lindeen rodó su documental Angrarna, que Netflix acaba de colgar con el título en inglés, Regretters (Los que lo lamentan o, más sucintamente, Arrepentidos), la transexualidad no parecía importarle a nadie.
El señor Lindeen no se manifestó ni a favor ni en contra de los cambios de sexo. Simplemente, se limitó a abordar el tema desde la perspectiva de dos hombres, Mikael Johansson y Orlando Fagin, que se operaron para convertirse en mujeres y luego lo lamentaron, cada uno por sus propios motivos, hasta el punto de que uno de ellos, Johansson, recuperó su género original (permitiéndose bromear sobre el hecho de que ahora tiene un pene más grande que el que le tocó por sorteo en su momento), y el otro, Fagin, está a punto de pasar por el quirófano para volver a ser un hombre.
Pese a lo que pueda pensar Irene Montero (si es que a lo suyo se le puede llamar pensar), Regretters no es un panfleto contra la reasignación sexual, sino más bien una reflexión ligeramente melancólica sobre la infelicidad, la inadecuación y las maneras que se nos pueden ocurrir para intentar que nuestras vidas dejen de ser una pesadilla identitaria. La cosa consiste, básicamente, en una conversación entre Johansson y Fagin que reduce el tema de la transexualidad a una cuestión puramente humana. Estamos ante lo que parecen dos buenas personas que no eran felices y decidieron que tal vez podrían llegar a serlo si cambiaban de sexo (no lo lograron: de ahí el regreso a la casilla número uno, aunque por diferentes causas).
Mikael Johansson era un joven homosexual hostigado por la sociedad sueca en general y la policía de Estocolmo en particular que buscaba un hombre del que enamorarse, pero solo conseguía ganarse un dinerillo a base de encuentros furtivos con señores mayores de dentro y fuera del armario. Orlando Fagin pugnaba por ser heterosexual, pero no conseguía que ninguna chica le hiciera el más mínimo caso por culpa de su carácter afeminado y su físico escasamente agraciado. Ambos pensaron que las cosas les irían mejor al convertirse en mujeres, pero no fue así. Johansson se enamoró de un hombre, se casó con él y la pareja convivió durante once años sin que el marido descubriese la superchería (o la operación fue brillantísima o el hombre era tan lelo como Jeremy Irons en la película de David Cronenberg M Butterfly). Fagin intentó ejercer de lesbiana, pero ni en ese sector consiguió que se le hiciera caso. Cuando se percató del timo, el marido de Johansson, contrariado por unos hijos que, lógicamente, no llegaban nunca, le rajó el cuello a la pobre Isadora (nombre que había adoptado el señor Johansson) y casi la mata (luego vino el divorcio).
Más allá de la transexualidad, Johansson y Fagin son, simplemente, dos víctimas de la sociedad que buscaron la felicidad en el lugar equivocado. Si al primero no le hubieran hecho la vida imposible por sarasa y el segundo hubiese logrado que alguna mujer se fijara en él, ambos se habrían ahorrado una vida de sufrimiento que, ya en la sesentena, pocas posibilidades les ofrece de un cambio extraordinario. Afortunadamente para ellos, cierto fatalismo amable parece haberse impuesto en sus mentes y no se esfuerzan lo más mínimo en buscar la compasión del espectador, aunque Dios sabe que la merecen.
Una conversación. Algunas imágenes de archivo. Menos de una hora de duración. Un documental ejemplar sobre la condición humana y lo difícil que puede llegar a ser el simple hecho de vivir. Irene Montero debería ver Regretters, pero dudo mucho que lo entendiera.