El cineasta Pedro Almodóvar EP

El cineasta Pedro Almodóvar EP

Letras

Pedro Almodóvar y una pulsión en contra del sentido común

El cineasta confiesa que querría escribir una gran novela y demuestra esa necesidad de muchos autores, que se explica porque permite pensar

16 mayo, 2023 16:53

Entre relato y relato de El último sueño, el libro de Pedro Almodóvar recientemente publicado por Reservoir Books, busco en el ordenador el vídeo de la presentación que tuvo lugar en abril en el Espacio Fundación Telefónica, en Madrid. En la charla que el cineasta mantiene con la escritora y editora Sabina Urraca, su amor incondicional hacia la literatura es el gran tema. Un amor que, todos los que hemos seguido sus películas con atención, ya habíamos captado gracias a los numerosos planos repartidos por su filmografía en los que muestra sus títulos favoritos. Almodóvar explica que su sueño siempre ha sido escribir una gran novela que esté a la altura de Orlando, de Virginia Woolf, pero que, sin embargo, el tiempo le ha enseñado a reconocer que hay cosas para las cuales uno no está capacitado. El último sueño no es el libro con el que lleva soñando desde su infancia, cuando ya tenía clara su vocación literaria. Es, más bien, una recopilación de cuentos, algunos antiguos y otros no tanto, con los que recientemente se ha reconciliado y que, en el prólogo, él mismo califica como textos de iniciación.

Tras el visionado, me quedo reflexionando sobre el incomprensible poder que tiene esta pulsión literaria que nos acosa a tantos, y que hasta es capaz de provocar la insatisfacción en un hombre que ha filmado más de una veintena de películas aclamadas internacionalmente. De todas las artes, la literatura es el mendigo del circuito económico, se mantiene al margen de cualquier proyecto lógico de vida, y sin embargo, es el medio y el fin que muchos perseguimos con tesón. Son muy pocos los que pueden sobrevivir dedicándose a escribir novelas a tiempo completo; y es que, a pesar del negocio que existe en torno a los libros, quienes desarrollan las historias son los menos favorecidos. Basta con ver cómo están repartidos los beneficios de las ventas para entender por qué un autor no puede costearse ni un café con lo que percibe con cada libro vendido. Así y todo, cada vez nacen más editoriales que lidian con más y más autores ansiosos por aparecer en los catálogos de novedades.

El cineasta Pedro Almodóvar firma libros en Barcelona por Sant Jordi / LORENA SOPENA (EUROPA PRESS)

El cineasta Pedro Almodóvar firma libros en Barcelona por Sant Jordi / LORENA SOPENA (EUROPA PRESS)

De algún modo, mantener la escritura libre de intereses monetarios podría considerarse como una especie de milagro que salvaguarda su pureza inherente, y nos obliga a seguir tratando a la creación literaria como a un recién nacido que merece estar a salvo de la contaminación del mundo al que ha llegado.

“Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”, escribe Truman Capote en el prefacio de Música para camaleones. Prefacio que, por cierto, Cecilia Roth lee en Todo sobre mi madre, película de Almodóvar que fue premiada con un Óscar en el año 2000.

truman capote

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Vivian Gornick cuenta en su libro Escribir narrativa personal que el objetivo de la enseñanza de la escritura no consiste tanto en hacer que los alumnos aprendan a escribir, sino en que aprendan a identificar por qué escriben. Opino que ese por qué tal vez sea la incógnita más complicada de resolver, además de que la respuesta puede ir cambiando a lo largo de la vida de uno. Me gustaría planteársela a todos aquellos que, en lugar de actualizar su currículum con estudios complementarios o empleos destacados, viven en el abismo de pasar todos los días y muchas noches frente a la pantalla del ordenador. ¿Es por ansias de reconocimiento? ¿Por necesidad de comunicarse llegando adonde la voz humana no alcanza? ¿Por aquella idea un tanto ridícula de inmortalizarse? ¿O tal vez sea culpa de alguna gran novela que, tiempo atrás, nos mordió el cuello mientras la leíamos, condenándonos a vivir el resto de nuestras vidas subyugados a la pretensión de llegar a escribir algo similar?

Pensamientos nuevos

El último relato del libro, que está más cerca del ensayo que del relato, se llama Una mala novela. En él, Pedro Almodóvar nos habla con total honestidad de sus ambiciones literarias. Muchas de sus películas han nacido como proyectos de novelas que se quedaron en el camino y cuenta lo frustrante que puede llegar a ser ver cómo, en el proceso de adaptación, gran parte del contenido queda descartado por él mismo debido a las limitaciones del formato cinematográfico.

En el relato, incluye un consejo de Carl Seelig para escritores impacientes: “Tome unas hojas de papel y durante días seguidos escriba, sin desnaturalizarlo y sin hipocresía, todo lo que se le pase por la cabeza. Escriba lo que piensa de sí mismo, de sus mujeres, de la guerra turca, de Goethe, del crimen de Fonk, del Juicio Final, de sus superiores, y al cabo de tres días se quedará estupefacto al ver cuántos pensamientos nuevos, nunca expresados hasta ahora, han brotado de usted”.

No solo transmitimos nuestros pensamientos a través del lenguaje, sino que también los elaboramos y los descubrimos al tiempo que escribimos. Narrar nos ayuda a entender y a entendernos, e incluso a proyectar aquello que creemos haber entendido. Si no lo hiciéramos, viviríamos en la penumbra, ahogados en la abstracción de una vida reducida, frenética. Puede que, en realidad, escribir para pensar sea la única explicación que justifique por qué tantas personas viven empujadas por esta extraña pulsión que va en contra del sentido común que rige la vida…, la vida práctica.