Una imagen de la serie Glauben (La acusación), que dirige Daniel Prochaska / FILMIN

Una imagen de la serie Glauben (La acusación), que dirige Daniel Prochaska / FILMIN

Cine & Teatro

La justicia de una extraña pareja

La serie 'Glauben' (La acusación) cuenta con una de las parejas más insólitas de justicieros: un abogado viudo con problemas de alcohol y una mujer misteriosa de origen árabe

3 junio, 2022 18:20

El alemán Ferdinand Von Schirach (Múnich, 1964) es un abogado reciclado en escritor cuya obra ha aparecido en España gracias a la editorial Salamandra. Sus novelas están bien, pero sus relatos breves, frecuentemente inspirados en casos que le cayeron a él en su momento, están mucho mejor (destacan los de sus dos primeros libros, Crímenes y Culpa). También tiene una obra de teatro excelente, Terror, que se ha representado prácticamente en todas partes menos en nuestro país. Por cortesía de Filmin, podemos disfrutar ahora de la primera serie que ha escrito para la televisión, Glauben (La acusación), que dirige Daniel Prochaska y cuenta con una de las parejas más insólitas de justicieros que imaginarse quepa: un abogado viudo con problemas de alcohol y deudas de juego, Schlessinger (Peter Kurth), y una mujer misteriosa de origen árabe, Azra (Narges Rashidi), cuya primera aparición en pantalla consiste en zurrarle la badana al leguleyo porque debe dinero a unos chinos con muy malas pulgas. Pese a semejante entrada, no tardamos mucho en descubrir que, entre esos dos seres opuestos, aunque igualmente atrabiliarios, existe algo muy parecido a la amistad. Todo lo rara que ustedes quieran, pero amistad a la postre, una amistad en la línea de la que podrían entablar dos náufragos en una isla desierta.

Cuando a Schlessinger le cae la defensa del dueño de un club de una ciudad de provincias en la que se supone que actúa una repugnante red de pederastas, Azra le encarece a salvarle el pellejo al acusado, aunque no sepamos muy bien por qué y cuándo lo descubramos, al final de la serie, nos quedemos ligeramente pasmados. La ciudad de provincias es pequeña y preciosa, una joya arquitectónica. Parece imposible que en semejante decorado de ensueño pueda haber veintitantos individuos acusados de abusar de niños de corta edad en el local del cliente de Schlessinger. El fiscal está convencido de que así es. El abogado no lo tiene tan claro: todas las pruebas se basan en las entrevistas de una mujer que dirige una asociación de protección a la infancia y que, según se huele Schlessinger, podría haber influido en las declaraciones de los críos para que le confirmaran sus peores presagios.

Diálogos brillantes

La extraña pareja de justicieros que componen el abogado y la matona llega rápidamente a la conclusión de que la red de pedofilia solo existe en la mente calenturienta de la gran protectora de la infancia, pero la opinión pública se pone de parte de ésta y Schlessinger y Azra se convierten rápidamente, en el imaginario popular, en dos indeseables capaces de defender por dinero a gente indefendible: en esa adorable ciudad de provincias, nuestros héroes no le caen bien a nadie. Y tampoco se esfuerzan mucho por conseguirlo: entre Azra, que lo arregla todo con el martillo que lleva siempre en el maletero del coche, y Schlessinger, que se empeña en mostrarse permanentemente desagradable no, lo siguiente, sus índices de popularidad van cayendo a cada minuto.

La serie 'Glauben' / FILMIN

La serie 'Glauben' / FILMIN

El trabajo del señor Von Schirach es impecable. En vez de elegir a una simpática pareja de defensores de la ley y el orden, ha optado por dos sujetos con los que no iríamos ni a la esquina. El caso que se aborda es particularmente repugnante y los acusados, culpables o no, no son trigo limpio. Y, sin embargo, no podemos apartar los ojos de la pantalla porque las interpretaciones son soberbias y los diálogos brillantísimos. Por el mismo precio, Von Schirach nos recuerda cuales son las principales obligaciones de un abogado defensor, entre las que no se incluyen las ansias de popularidad, ni el deseo de caer bien ni la creencia en la inocencia del defendido. La información sobre la extraña pareja es escasa y se nos va administrando con cuentagotas: basta la mirada de un Schlessinger resacoso a la foto de una mujer en una repisa para intuir el origen de su drama personal; un flashback de Azra, de niña, con un martillo en la mano del que gotea sangre, nos permite deducir que tuvo que empezar a defenderse a una edad muy temprana.

La acusación consta de siete episodios de media hora y culmina en un final abierto que está pidiendo a gritos una segunda temporada. El talento del señor Von Schirach, ya demostrado en sus libros, consigue en la televisión que nos quedemos con ganas de nuevas aventuras de esa extraña pareja de justicieros a su pesar que componen un abogado sexagenario con sobrepeso y muy mala uva y una ejecutora sin escrúpulos que no parece haber conocido el cariño hasta que se cruzó con su absurdo compañeros de aventuras. Queremos saber más de ellos. Por lo menos, yo.