El arponero diabólico
La miniserie 'La sangre helada' va al grano y señala un enfrentamiento entre el bien y el mal, representados por un médico y un arponero
13 noviembre, 2021 00:00En el puerto británico de Hull, a mediados del siglo XIX, un barco pesquero se dispone a zarpar en busca de focas y ballenas a las que matar y despellejar convenientemente. O eso se supone, ya que la intención del armador Baxter (un casi irreconocible, por provecto, Tom Courtenay, protagonista de algunas de las mejores películas del free cinema de los años 60) es encallar el navío en las heladas aguas del norte, hundirlo y cobrar el seguro: la implantación de la navegación a vapor está enviando a la ruina a los barcos de vela y hay que pillar lo que se pueda antes de que asome la ruina en el horizonte. A la expedición se incorporan un médico militar traumado tras sus experiencias bélicas en la India, Patrick Sumner (Jack O´Connell) y un arponero psicópata con el que nadie querría ir ni a la esquina, Henry Drax (un tenebroso Colin Farrell, sucio y gordo, que se sale en el papel de peligroso indeseable).
Este es el punto de partida de la miniserie en seis episodios La sangre helada, que está emitiendo Movistar y constituye una notable muestra de lo que podríamos definir como thriller claustrofóbico. Basada en la novela de Ian McGuire The north water (2016), la serie está escrita y dirigida por Andrew Haig y se ha rodado entre Inglaterra, Hungría e Islandia. En plena era del Me too, cuando Ana Bolena puede ser interpretada por una negra en una producción de HBO, ésta es una historia sin mujeres en la que lo único parecido a eso que en Hollywood llamaban love interest es la sodomización y posterior asesinato de un grumete a cargo del infame Henry Drax. La sangre helada ha cosechado algunas críticas negativas de las que discrepo. Evidentemente, no es un producto para todos los públicos y el ritmo es lento y roza en ocasiones lo moroso, pero logra transmitir a la perfección el desaliento y la desesperación de un grupo de marineros atrapados en el hielo y esperando un rescate que enseguida vemos que es muy poco probable que se produzca, ya que los planes del señor Baxter no han salido según lo previsto.
La necesidad de perseverar
La trama nos sitúa rápidamente en la cuestión central: un enfrentamiento entre el bien y el mal, representados respectivamente por el médico y el arponero. El primero fue expulsado injustamente del ejército y se apunta a la expedición porque no tiene donde caerse muerto y la única alternativa, como le sugiere un amigo, es emigrar a Estados Unidos. El segundo es un sujeto amoral y dañino de esos que parecen haber sido traídos al mundo para hacer de éste un lugar aún más desagradable de lo que ya es. Sobre el pobre Sumner se nos dan todo tipo de explicaciones. Sobre el infame Drax, prácticamente ninguna: se trata, simplemente, de uno de esos seres humanos que han salido tremendamente mal y con los que lo único que se puede hacer es eliminarlos (como intuyo que acabará sucediendo, aunque aún estén pendientes de emisión los últimos dos capítulos). O´Connell y Farrell aguantan todo el peso de la ficción sobre sus hombros y el segundo brilla especialmente en su desagradable papel, que le confirma como uno de los mejores y más versátiles actores de su generación, creíble en cualquier género (incluida la comedia, aunque ahí no se prodigue mucho). Su apagado, pero feroz, mano a mano es el centro de gravedad permanente, como diría el difunto Franco Battiato, de esta historia sórdida, opresiva y deprimente que, por lo que oigo, provoca deserciones a mansalva de los espectadores tras el primer episodio.
Reconozco que también yo estuve a punto de abandonar al arponero diabólico tras el primer capítulo de la serie, pero creo que hice bien en perseverar. La sangre helada tiene un punto insólito en la actual programación de las plataformas de streaming y se desarrolla sin prisas, sin efectismos y sin un plan preestablecido para captar el interés de la audiencia. Lo que ves es lo que hay. Si no hay mujeres es porque tampoco las había en los barcos balleneros en 1859 y porque no habrían añadido nada a la trama: Sumner no tiene la cabeza para amoríos y está enganchado al láudano desde que volvió de la India, y Drax es una rata inmunda que se va de putas cuando está en tierra firme y se apaña con un grumete una vez embarcado. Solo nos falta saber quién sobrevivirá al enfrentamiento, si es que sobrevive alguno de esa caterva de desgraciados a los que la avaricia de un empresario ha condenado a morir congelados en las frías aguas del norte.