Los desaparecidos de Limetown
'Limetown' es la historia de una conspiración gubernamental, una fantasía que mezcla futurismo y melancolía
16 octubre, 2021 00:00Estrenada sin avisar y sin promoción de ningún tipo, la serie del canal SyFy (Movistar) Limetown ha pasado totalmente inadvertida mientras todo el mundo se entregaba en cuerpo y alma a El juego del calamar. Una lástima, ya que la propuesta de sus creadores, Zack Akers y Skip Bronkie (basada en su propio podcast), me parece de lo más interesante que se haya visto (o, mejor dicho, no visto) últimamente en el apartado de ficción fantástica, enlazando con el hábitat conspiranoico de Expediente X y plasmando una de esas realidades aterradoras que el poder se encarga de mantener ocultas por la cuenta que le trae. Estamos, si se quiere, ante un juego sobre las barrabasadas de quienes nos gobiernan, un juego bastante más inquietante que el del calamar y con una penetración psicológica considerablemente superior, un juego que se sigue episodio a episodio (diez, de media hora de duración) hasta llegar a un final tan espeluznante como abierto que, en principio, debería dar opción a una segunda temporada (cosa que no sucedió con el podcast original, que Facebook Watch se cargó tras la primera entrega).
Limetown es la historia de una conspiración gubernamental y también la de una periodista de la APR (American Public Radio), Lia Haddock (Jessica Biel, también productora ejecutiva del invento, al igual que en otra interesante serie actual, The sinner), quien perdió a su querido tío Emile (Stanley Tucci) junto a los más de trescientos habitantes de una ciudad artificial consagrada a la investigación neurocientífica situada en el estado de Tennessee y bautizada con el nombre que da título a la serie. De la noche a la mañana, todos los habitantes de Limetown desaparecieron tras un motín ciudadano cuyos motivos iremos descubriendo a lo largo de la trama. El gurú al mando, Oskar Totem (Alessandro Juliani) fue atado a un poste, rociado con gasolina y quemado cual bruja de Salem. Su siniestro supervisor y mecenas, el turbio señor Villard (Hiro Kanagawa), se escondió donde nadie pudiera encontrarle. Nada más se supo del tío Emile, hombre de confianza (y mucho más, como acabaremos descubriendo) del visionario Oskar Totem. Y Limetown fue borrado de la faz de la tierra para que nadie accediera a los secretos que guardaba y que habrían alterado por completo el futuro político y militar del planeta, en teoría para bien, en la práctica se intuye que no tanto.
Folletín conspiranoico (una amenaza gubernamental se cierne sobre el mundo a causa de su carácter impredecible: los viejos problemas de ejercer de aprendiz de brujo) y drama personal (el de una mujer empeñada en saber qué fue de su tío y que papel jugaba en el proceso científico de una comunidad artificial), Limetown es una fantasía con alma que mezcla hábilmente futurismo y melancolía, una intriga que no descuida el factor humano y una nueva prueba de que Jessica Biel cada día es mejor actriz y cada vez elige mejor los proyectos en los que se involucra: ya casi no queda nada (entre otros motivos porque ha sufrido un proceso de adelgazamiento similar a los de Maribel Verdú o Sophie Marceau: reconozco que las tres me ponían más cuando estaban algo más rollizas, si se me permite la frivolidad machista) de la chica que participaba en películas de terror de baja estofa, sustituida por una profesional sólida con una gran capacidad de convicción en los papeles que interpreta (pasaré por alto su matrimonio con Justin Timberlake, un señor muy poco interesante como músico y como actor) y cuya labor como productora ejecutiva es francamente encomiable. Es ella quien aguanta prácticamente en solitario Limetown, reforzada por la siempre sólida presencia de Stanley Tucci, quien me parece uno de los mejores actores norteamericanos del momento presente.
Unas secuencias inéditas al final del décimo episodio permiten intuir que habrá segunda temporada y que lo que no consiguió el podcast original lo va a lograr su versión televisiva. Espero que así sea, pues Lia Haddock y el tío Emile dan todavía para mucho. Por lo que respecta a Movistar, se hubiese agradecido un poco más de mimo en el lanzamiento de esta estupenda serie cuya emisión le ha pasado desapercibida a casi todo el mundo.