Los dos protagonistas de la serie 'McDonald & Dodds', ambientada en Bath / MOVISTAR

Los dos protagonistas de la serie 'McDonald & Dodds', ambientada en Bath / MOVISTAR

Cine & Teatro

Los misterios de Bath

'McDonald & Dodds' es una serie para aquellos que disfrutan con la Inglaterra de provincias y que buscan cómo resolver el crimen de turno

17 julio, 2021 00:00

Los que hayan adquirido la costumbre de seguir estas crónicas televisivas estarán familiarizados con mi uso del término “confortable” aplicado a ciertas series policiales en las que el espectador se encuentra tan a gusto como en el salón de su casa. Suelo mencionarlo en productos como las adaptaciones audiovisuales de las aventuras de Sherlock Holmes o de las novelas de Agatha Christie --territorios conocidos a los que siempre nos gusta volver--, así como en series que van en esa línea, como Se ha escrito un crimen o Colombo. No hay que esperar grandes novedades en los thrillers confortables, y tampoco las necesitamos. Nos basta con recuperar a personajes que forman parte de nuestra historia cultural y dejar que se comporten como esperamos de ellos: Holmes siempre se las apañará cariñosamente para que Watson quede como un zoquete, la señora Fletcher siempre será la versión norteamericana de la chismosa señorita Marple y el teniente Colombo siempre será un pelmazo entrañable ante el que los culpables acaban confesando para perderlo definitivamente de vista.

El canal Cosmo, en Movistar, acaba de colgar una de esas series confortables que le alegran a uno la vida esas noches que no tiene el cerebro para grandes esfuerzos. Atiende por McDonald & Dodds y está compuesta por capítulos de noventa minutos de duración que pasan volando. Las temporadas son cortas: dos episodios la primera y tres la segunda (habrá una tercera, pero me temo que las dosis seguirán siendo escasas). No hace falta esperar a que estén colgados los cinco capítulos previstos, pues las series confortables deben consumirse de manera homeopática: con esperar cada semana el episodio correspondiente, vas que chutas y tu organismo te lo agradece.

La acción transcurre en la ciudad balneario británica de Bath, una joya arquitectónica a donde llega, procedente de Londres, la ambiciosa y agresiva inspectora de raza negra Lauren McDonald (Tala Gouveia), a la que le endilgan como ayudante a un cincuentón blanco, calvo, aburrido y basureado por sus jefes que, ¡oh, sorpresa!, resulta ser un investigador fenomenal, el sargento Dodds (Jason Watkins). Lo poco que se nos explica de ellos es suficiente: McDonald tiene un novio al que desprecia ligeramente y al que no vemos jamás, aunque siempre habla de él (como hacía Peter Falk con la invisible señora Colombo); de Dodds sabemos que su mujer lo abandonó treinta años atrás (por aburrido, se deduce), que le gusta comer patatas fritas untadas en mantequilla y que se pasa la vida en la biblioteca de Bath, donde siempre encuentra pistas de interés para resolver el crimen de turno. Cada episodio de McDonald & Dodds empieza invariablemente con un crimen que esta extraña pareja de polis acabará resolviendo a su respectiva manera: la inspectora McDonald, acosando a los sospechosos y haciéndoles la vida imposible; el sargento Dodds, extrayendo datos fundamentales de la biblioteca y fijándose en detalles que suelen pasarle desapercibidos a su socia.

Hacer felices a los devotos

Como era de prever, la relación entre ambos empieza fatal, pero evoluciona rápidamente hacia la amistad y el respeto mutuo. Nada hay de sorprendente en estos murder mysteries, pero tampoco lo esperamos, ya que McDonald & Dodds es una de esas series tremendamente confortables --el equivalente audiovisual de un jersey viejo y cómodo-- que ni aspiran a renovar el género ni falta que les hace. Cada semana, la inspectora y el sargento nos mantienen entretenidos durante una hora y media con sus pesquisas, narradas con agilidad y un sentido del humor típicamente británico. Si se produce alguna sorpresa, ésta tiene lugar en el reparto: en el primer capítulo de la segunda temporada, sin ir más lejos, los aficionados a la música pop reconocerán entre los sospechosos de rigor a Martin Kemp, guitarrista de Spandau Ballet (que ya no va vestido de mamarracho new romantic y tiene todo el pelo blanco), y a Patsy Kensit, estrellita del brit pop de los 90 que nunca brilló mucho y ahora, con el abuso del bótox, aún menos, aunque cumple como actriz (hace años, protagonizó aquel gran desastre del cine británico que fue Absolute beginners, de Julien Temple, excelente documentalista al que Dios no llamó por el camino de la ficción).

Creada por Robert Murphy, McDonald & Dodds no está llamada a generar grandes entusiasmos, pero sí a hacer felices a los devotos de los misterios clásicos ambientados en la Inglaterra de provincias. Contingente del que uno, modesta y orgullosamente, forma parte.