Destrucción de una familia
Narrada en tono de thriller, 'Habitación 301' es una miniserie magnífica que está pasando injustamente inadvertida en la parrilla de Movistar
3 julio, 2021 00:00Siempre fiel a mi admirable espíritu didáctico, hoy vuelvo a darles la chapa con una de esas series que pasan injustamente inadvertidas y que no ve nadie a causa de la sobredosis de productos audiovisuales repartidos entre todas las plataformas de streaming. Se trata de Habitación 301, una coproducción entre Finlandia y el Reino Unido (la creadora, Kate Ashworth, es británica, aunque la acción se reparte entre Finlandia y la isla griega de Kos) que se centra en la destrucción de una familia aparentemente normal, pero que guarda ciertos esqueletos en el armario que la acabarán condenando a la implosión. Como dejó escrito Tolstoi al principio de Ana Karenina, todas las familias felices se parecen, pero en las familias desdichadas, cada una lo es a su manera.
Los Kurti nunca se recuperaron de la muerte a los dos años del benjamín del grupo, Tommi, eliminado de un balazo fortuito que se achacó en su momento a un preadolescente siniestro y malcriado que no parecía estar muy bien de la cabeza. La desgracia sucedió en 2007, pero doce años después, los Kurti empiezan a recibir mensajes amenazantes y anónimos que todos adjudican al repugnante Elias Leppo, el granujiento chaval de doce años que, teóricamente, se cargó al pobre Tommi. Para no incurrir en la funesta manía del spoiler, poco más les puedo contar sobre el desarrollo de la trama, que está brillantemente construida y sabe crear una tensión (y un mal rollo, incluso) más que notable.
Aunque narrada en un tono de thriller, no estamos aquí ante otro ejemplo de lo que ha dado en denominarse nordic noir. Hay un misterio que se resuelve al final, sí, y con cierta trampa, pero lo importante es el factor humano, dado que la muerte de Tommi, además de ser el desencadenante de la desgracia, solo es un elemento más en la vida de esa familia aparentemente ideal, pero en la que, a la que rascas un poco, empiezan a salir grietas por todas partes: el padre que abandonó a su esposa cancerosa y a su hijo para irse con otra y tener otro hijo que nunca se ha acabado de llevar bien con el primero; el primogénito atormentado cuyos problemas con el alcohol contribuyeron a la tragedia colectiva; la esposa de éste y su relación con el hermanastro, que lleva siempre en la cartera una foto del niño muerto por motivos que descubriremos avanzada esta miniserie de seis capítulos…
Una isla griega y una Helsinki permanentemente soleada en tiempos veraniegos son los inusuales escenarios (en un producto de origen nórdico) de esta historia que transcurre en dos momentos, el presente, 2019, y el pasado, 2007, cuando todo se vino abajo con la muerte del pobre Tommi. En el ínterin, los esfuerzos de los Kurti por desenmascarar al autor de las misivas amenazantes. ¿Es el jovenzuelo de la habitación 301 del hotel de Kos? ¿Sigue en Finlandia, preparando su venganza ante lo que considera una resolución injusta del incidente que le costó la vida a un crío de dos años? Sea quien sea el maldito mensajero, ¿corren peligro las hermanas mayores de Tommi?
El impecable guion de Kate Ashfield y la vibrante dirección de Mikko Kaparinen consiguen que uno se trague sin respirar los seis episodios de Habitación 301. Y los actores, como en las producciones a que nos tiene acostumbrados la televisión británica, son estupendos, aunque me ahorraré sus nombres porque en España no los conoce ni su padre y sus impronunciables apellidos dejarán al lector tan en la inopia como a quien firma esta reseña de una miniserie magnífica que mucho me temo que va a pasar sin pena ni gloria en la parrilla de Movistar y la programación del canal Sundance.