Los hijos de Sam
La docuserie 'Los hijos de Sam: un descenso a la oscuridad' aborda la obsesión de un periodista por descubrir una secta satánica en la Nueva York decadente de los setenta
15 mayo, 2021 00:00Entre 1976 y 1977, un asesino en serie que se hacía llamar El Hijo de Sam --y que decía obedecer instrucciones criminales de un ser demoníaco que se comunicaba con él a través de un perro-- tuvo aterrorizada a la ciudad de Nueva York (que se caía a trozos por motivos económicos, pues afrontaba una de sus crisis sociales más duras de los últimos tiempos) ejecutando de noche a gente, habitualmente parejas, que se encontraban en el interior de su coche. Los asesinatos no obedecían a ninguna lógica preestablecida y la policía, literalmente, se volvía loca tratando de encontrar alguna pista que condujera a la identificación del criminal. Como suele suceder en estos casos, lo acabaron encontrando por una mezcla de suerte y casualidad y resultó tratarse de un tal David Berkowitz, abandonado de niño por sus padres y adoptado por un matrimonio judío de Yonkers, Nueva York. Los asesinatos se interrumpieron, la ciudad respiró (relativamente, pues seguía en la ruina y con unos índices de peligrosidad espeluznantes) y se dio carpetazo al asunto: muerto (o detenido) el perro, se acabó la rabia, pues había prisa en pasar página.
Trailer de 'Los hijos de Sam' / NETFLIX
Pero hubo un periodista, Maury Terry, que se obsesionó con el caso, se puso a investigarlo a fondo y llegó a la conclusión (prácticamente en solitario) de que Berkowitz no había actuado solo, sino en el seno de una secta satánica emparentada con la familia Manson y otros cultos anteriores, como el americano The Children (Los niños) o el británico The process (El proceso). Terry escribió un libro sobre sus pesquisas que se vendió bastante bien, pero no pudo evitar pasar a la historia como un profesional de la conspiranoia empeñado en ver en los crímenes de un perturbado mental más de lo que había. La docuserie de Netflix Sons of Sam: a descent into darkness (Los hijos de Sam: un descenso a la oscuridad), dirigida por Joshua Zeman (y con la voz en off de Paul Giamatti para reproducir los textos de Maury) se propone reivindicar la figura de este investigador obsesivo que acabó reventando por culpa de sus propias obsesiones, que alimentaba a base de bastante alcohol y mucho tabaco y muchísimo estrés.
Una ciudad que ya no existe
Sons of Sam está trufada de información que, como las pesquisas del señor Maury, no conducen a ninguna explicación clara y satisfactoria. Aunque Berkowitz es entrevistado, ha descubierto al Señor en el trullo y se expresa con la corrección y la coherencia de un profesor de universidad, el espectador, se ponga como se ponga, no consigue llegar a ninguna conclusión innegable al respecto. Digamos que el viaje vale la pena y que las conexiones satánicas del señor Maury tienen cierta base y ofrecen alguna verosimilitud, pero lo cierto es que a día de hoy las cosas siguen sin estar muy claras y, además, nadie parece querer seguir indagando en ellas para continuar la labor del difunto periodista que lo perdió todo por culpa del hijo (o los hijos) de Sam: su esposa, su salud y, finalmente, su vida. Nunca sabremos si lo suyo fue una investigación cabal que podría haber llevado a nuevas y definitivas conclusiones sobre el tipo que aterrorizó a una ciudad entera durante dos años o si Maury Terry se agarró a unas quimeras que justificaran una carrera profesional más bien mediocre, pero los cuatro episodios de Sons of Sam son lo suficientemente absorbentes e interesantes (sobre todo, para los que aún recordamos los hechos) como para llegar al final de la miniserie sin apartar los ojos de la pantalla. Fallecidos el pobre Maury Terry y el propio Berkowitz --que ya fue apuñalado en el cuello nada más entrar en el penal de Attica--, Sons of Sam se revela como una historia y un tiempo de una ciudad que ya no existe y que 45 años después sigue suscitando más preguntas que respuestas.