¿Quién mató a Elena Alves?
La serie 'The Undoing' mantiene el misterio con esa pareja inquietante que forman Hugh Grant y Nicole Kidman
28 noviembre, 2020 00:00Basada en la novela de Jean Hanff Korelitz You should have known (Deberías haberlo sabido), la miniserie de HBO The undoing (La reversión, o cualquier otro término que implique deshacer lo hecho) es un entretenido thriller en seis partes que ni descubre la pólvora ni lo pretende, limitándose a explicar con eficacia un típico caso de asesinato con tintes de crimen pasional. Lo ha escrito, con la gris eficiencia que le distingue, David E. Kelley, marido de Michelle Pfeiffer y creador de series como Ally McBeal o la más reciente Big little lies. Kelley no es un hombre del que se puedan esperar grandes novedades ni reinvenciones de ningún género: los toca todos con más profesionalidad que brillantez y, a la hora de adaptar, da la impresión de conformarse con textos resultones, pero que no aportan gran cosa ni a la literatura ni a la industria audiovisual. Su principal baza es contar siempre con grandes presupuestos que le permiten buenos repartos y buenos directores. Lo que hace el señor Kelley siempre se deja ver, a menudo con agrado, pero nunca causa una gran impresión en el espectador. Me falta un episodio de The undoing y, como todo el mundo, tengo cierto interés en saber quién mató a la pobre Elena Alves, pero en su momento me interesó mucho más saber quién había matado a la Laura Palmer de Twin Peaks. No sé si me explico.
En cualquier caso, The undoing es un misterio que se sigue con agrado, aunque la pareja protagonista, la psiquiatra Grace Fraser (Nicole Kidman) y su marido pediatra, Jonathan (Hugh Grant), no son susceptibles de generar una empatía excesiva en el espectador: son un par de pijos del Upper East Side neoyorquino con una vida aparentemente feliz que, tras una infidelidad de él, se ven metidos en una pesadilla criminal --tras el brutal asesinato a martillazos de la amante-- que, curiosamente, parece entretener mucho al padre de Grace (Donald Sutherland), otro ricachón con vistas a Central Park que nunca se ha fiado del marido británico de su querida hija.
La esculpida en mármol Nicole Kidman
Puestos a explicar los motivos de esa falta de empatía entre la pareja protagonista y el espectador --o sea, yo--, uno diría que Grant se mueve mejor en la comedia que en el drama (nunca ha estado tan bien como en la miniserie A very english scandal) y que Kidman, entre la cirugía plástica y ese programa de ordenador que te rejuvenece fotograma a fotograma, se ha convertido en un efecto especial o en un dibujo al aerógrafo: que una mujer de más de cincuenta años no tenga ni una arruga y parezca esculpida en mármol es muy inquietante (especialmente, comparada con Grant, que lleva sus sesenta tacos con mucha dignidad).
En The undoing todo funciona, pero nada se sale de lo previsible. Los que nos gusta Nueva York disfrutamos con lo bien que lo ha rodado la directora danesa Susanne Bier, que hasta se ha traído de casa para un papelito a la estupenda Sofie Grabol, protagonista de la serie Forbrydelsen, aquí conocida por su título en inglés, The killing. Nadie en el reparto es de Nueva York, pero todos resultan creíbles. Como muestra de la acogida de Hollywood a los foráneos, The undoing resulta ejemplar: Kidman es australiana, Grant inglés, Sutherland canadiense, Matilda de Angelis (la muerta) italiana y Edgar Ramírez (el inspector Joe Mendoza) venezolano. Los pasos de la trama son los habituales: crimen horrible, detención y juicio del sospechoso, inquietantes informaciones hábilmente colocadas en cada episodio y un final que se espera sorprendente, dentro de un orden. Sin el presupuesto y el reparto del que dispone el señor Kelley, esta serie no la vería nadie, pero hay que reconocer que la habilidad de este hombre para vestir la mona es más que notable. A destacar la magnífica secuencia de créditos, en la que suena el clásico de 1931 Dream a little dream of me --más de 60 versiones, de Ella Fitzgerald a The Mamas and the Papas, pasando por Doris Day-- interpretado por Nicole Kidman con la misma brillantez que sus rutilantes mofletes tuneados por el bótox y por el ordenador.