Discretos horrores británicos
Dos series, 'The sister' y 'Roadkill', desde el género fantástico, cumplen a la perfección con su pretensión de ser un honesto entretenimiento
21 noviembre, 2020 00:00Nadie como los ingleses para facturar miniseries que te arreglan el fin de semana. Es el caso de dos productos que flirtean con el horror: uno de ellos, The sister (La hermana), en HBO y desde el género fantástico; el otro, Roadkill (en castellano, cualquier animal muerto y aplastado en una carretera), en Movistar y ambientado en un entorno realista y doméstico. Ninguna de las dos propuestas es para lanzar las campanas al vuelo y descorchar el champán, pero ambas proporcionan honesto entretenimiento y pueden devorarse en un par de noches (incluso en una, si no se tiene sueño).
The sister llega avalada por el prestigio de su creador, el novelista Neil Cross, a quien debemos la estupenda serie Luther, protagonizada por Idris Elba, ese hombre que sonaba para hacer de James Bond hasta que dejó de sonar. Aunque un tanto lastrada por la poco estimulante presencia de su protagonista, Russell Tovey, tan alto como inexpresivo, The sister es un misterio con elementos fantásticos que funciona gracias a una trama bien urdida y a un actor truculento que compensa la sosería del señor Tovey, Bertie Carvel, que interpreta a Bob, un siniestro especialista en asuntos paranormales con el que el badulaque de Nathan vivió años atrás una noche movidita que concluyó con la muerte (aparentemente accidental) de una muchacha al regreso de una fiesta. Tras enterrar su cadáver, Nathan y Bob no han vuelto a verse, pero el inicio inminente de las obras de una urbanización en la zona boscosa a la que recurrieron en su momento les mueve a trasladar el cuerpo y hasta ahí puedo leer si no quiero incurrir en el spoiler. Puede que estemos ante un entretenimiento prescindible, pero The sister no oculta sus modestas intenciones como pasatiempo y se consume con agrado.
Roadkill es más ambiciosa y opta por el espanto de la vida cotidiana entre los mandamases del partido conservador británico. El reparto lo encabeza un excelente Hugh Laurie en el papel de Peter Laurence, un trepa ejemplar que acaba de llegar a ministro de justicia cuando le aparece una hija secreta que está en el trullo y que, junto a su amante danesa, le crea problemas familiares y profesionales. Para colmo, hay sospechas de chanchullos internacionales del amigo Peter que podrían costarle el cargo.
Peter Laurence es un hombre tranquilo y educado, pero también un cínico que solo piensa en sí mismo y en su carrera. No es Francis Urquhart, el tory más repugnante de todos los tiempos, a quien daba vida el magistral Ian Richardson en la versión original de House of cards, pero pertenece a su misma escuela de sujetos convencidos de que en esta vida, primero yo, después yo y luego yo. Escrita por el dramaturgo David Hare, Roadkill es una nueva reflexión desoladora sobre las miserias de la política y un convincente retrato de las interioridades de los conservadores británicos. No resiste comparaciones con House of cards, auténtica cima del esperpento político en el Reino Unido, pero hay que decir en su descargo que tampoco aspira a ello. Sus cuatro episodios (llevo tres cuando redacto estas líneas) se limitan a trazar los rasgos del tory medio con ganas de medrar y dispuesto a pisar a quien haga falta para conseguirlo: contumacia y falta de escrúpulos morales, marginación de los sentimientos propios y ajenos, maestría absoluta a la hora de hacer como que te importan tus votantes y, sobre todo, la creencia absoluta en que el que venga atrás, que arree. No es fácil empatizar con Peter Laurence porque ni siquiera se cae muy bien a sí mismo, pero la brillante interpretación del señor Laurie lo convierte, por lo menos, en un sujeto interesante para la antropología, la sociología, la psicología y, si me apuran, la entomología.