La serie 'Gomorra', inspirada en la obra homónima de Roberto Saviano / HBO-ESPAÑA

La serie 'Gomorra', inspirada en la obra homónima de Roberto Saviano / HBO-ESPAÑA

Cine & Teatro

Regreso a Gomorra

La serie italiana de mafiosos napolitanos resulta tan próxima que hay que volver a ella, justo cuando triunfa la cuarta temporada de Fargo

17 octubre, 2020 00:00

Me pasa con muchas series: me trago la primera temporada y me gusta, pero ya no me apunto a la segunda porque la oferta es tan abundante que me dejo seducir por las novedades. No soy el único al que le pasa: la fidelidad a una serie requiere un entusiasmo y una gratificación inmediata que no siempre se dan cuando acaban de estrenar tres o cuatro nuevas propuestas que tienen muy buena pinta. Así abandoné Gomorra, la serie italiana de mafiosos napolitanos inspirada en la novela homónima de Roberto Saviano, tras tragarme la primera temporada en La Sexta hace seis años. Y si he decidido volver a ella ha sido gracias a otra serie, Fargo, en cuya cuarta temporada brilla con luz propia el protagonista de Gomorra, Salvatore Esposito, en el papel de Gaetano, un italiano primario y bestia a más no poder que se planta en Kansas City desde la madre patria para poner orden en el capítulo local de la famiglia, que anda un poco manga por hombro a causa de unos negros con muy malas pulgas que le quieren soplar el negocio. Me lo estoy pasando tan bien con las apariciones del cernícalo de Gaetano que he vuelto a Gomorra para seguir disfrutando del actor que lo interpreta.

La última vez que me crucé con su personaje, Gennaro Savastano, éste era un jovenzuelo tarambana --una especie de Paquirrín de la mafia napolitana-- que llevaba por la calle de la amargura a su padre, don Pietro, que se veía venir una sucesión lamentable con ese gordinflón que solo pensaba en follar, beber, drogarse y hacer el ganso sin tasa. Al reincorporarme a Gomorra en su cuarta temporada --parece que la quinta será la última de la saga y que empezó a rodarse este verano tras los inevitables retrasos a causa del Covid 19--, me he topado con que aquel gañán con sobrepeso se ha convertido en Don Gennaro, padre de familia y hombre cabal (para los estándares de la mafia, que no son exactamente los de la sociedad que la soporta) que intenta, a la manera de Michael Corleone, dirigir los negocios familiares hacia el mundo de la legalidad, promoviendo un aeropuerto internacional --los terrenos se adquieren a la manera mexicana: plata o plomo-- que sería el más grande de Italia; para ello debe recurrir a un socio aparentemente en paz con el sistema (de hecho, un miserable de la peor especie) y a unos intermediarios londinenses que intentan timarlo y acaban como ustedes se pueden imaginar.

Cercano, cutre e inmoral

Don Gennaro comparte en esta ocasión el protagonismo de la trama con Doña Patrizia (Cristiana Dell´ Anna), real hembra con una historia personal tremebunda a la que no le tiembla el pulso a la hora de poner orden en el barrio de Secondogliano, que es donde la ha colocado el bueno de Genná para que le lleve los asuntos. Aunque a estas alturas ya no queda en Gomorra prácticamente nada del libro de Saviano, la serie funciona de maravilla para todos aquellos que no le negamos a la mafia su indudable fotogenia. Y se agradece la falta de ese seudo glamur que han aportado los americanos al tema gracias a Martin Scorsese y Robert de Niro: aquí todo es cercano, asqueroso, inmoral y cutre a más no poder, lo cual nos permite a los españoles, primos hermanos de los italianos, sentirnos como en casa. Difuminada la denuncia social del pobre Saviano, lo que queda es una excelente serie de mafiosos cuyos episodios se devoran en bucle. A falta de Scorsese, la industria cinematográfica italiana ofrece a la next generation de sus factótums de los años 60: los directores se apellidan Sollima o Comencini y en la producción aparecen dos De Laurentiis. Como promoción de Nápoles, la cosa no resulta muy eficaz, ya que todo lo que aparece en pantalla --pisos cutres de los sicarios, mansiones de los capos, plazas trufadas de vecinos granujientos, discotecas chungas y un vestuario a base de falsificaciones del peor Versace-- es espantoso, pero la sensación de verismo es absoluta.

No sé de dónde voy a sacar tiempo para ver las temporadas dos y tres de Gomorra, pero prometo intentarlo, aunque soy consciente de que si consigo tragarme la quinta cuando la cuelguen --la serie puede verse en Sky, HBO y (solo la cuarta) en Movistar--, ya me podré dar con un canto en los dientes.