La llegada del Mesías
El guion de 'Messiah' se sintetiza en una pregunta: ¿estamos ante un enviado del Señor o el tipo no es más que un agitador, a sueldo de no se sabe muy bien quién, que busca desestabilizar?
1 febrero, 2020 00:00Exceptuando a los judíos, que siguen esperando la llegada del genuino Mesías, ya que a Jesús nunca se lo han tomado muy en serio, el resto de la cristiandad ya nos damos por satisfechos con el original, lo cual no quiere decir que si aparece otro mesías con fundamento no le prestemos la debida atención. Ese es el punto de partida de Messiah, la nueva serie de Netflix cuya primera entrega (diez capítulos) se muestra excepcionalmente adictiva y fomenta el visionado compulsivo y trasnochador. Creada por Michael Petroni, Messiah narra los efectos inmediatos de la aparición de alguien que asegura ser el hijo de Dios: admiración absoluta, dudas más que razonables, preocupación por los posibles efectos políticos del sujeto -se manifiesta por primera vez en Siria, provocando una tormenta de arena que deja para el arrastre a las tropas del Daesh- y, como la serie es estadounidense, ¿qué debe hacer la primera potencia de occidente ante semejante e inesperada novedad?
En caso de duda, recurrir a la CIA. Concretamente a la agente Eva Geller, una mujer que ya lleva su cruz a cuestas (intenta, sin éxito, quedarse embarazada con el semen congelado de su marido muerto) y que ve que la cosa va en serio cuando el supuesto mesías, al que llaman Al Mahsí, escapa inexplicablemente de una prisión israelí, se planta en Washington y se pone a caminar sobre las aguas del Mall. Michelle Monaghan, como la agente Geller, ha ganado talento y presencia con la edad y ya no es la insulsa e inexpresiva jovencita de cuando interpretó a la detective Angie Gennaro en la adaptación de la novela de Dennis Lehane Gone, baby, gone. El desconocido Dehmi Dehbi borda su papel de iluminado con ansias de cambiar el mundo, y Tomer Sisley está muy bien en su rol del atormentado agente del Shin Bet israelí Aviram Dahan, cuya ex mujer lo detesta.
El guion de Messiah somete permanentemente al espectador a las mismas dudas a las que se enfrentan los protagonistas de la trama y que se sintetizan prácticamente en una sola pregunta: ¿estamos ante un enviado del Señor o el tipo no es más que un agitador, a sueldo de no se sabe muy bien quién, cuya intención es desestabilizar el mundo un poco más de lo que ya lo está? Nadie se explica cómo ha podido huir del presidio israelí. Nadie entiende por qué se deja ver por primera vez en América durante un tornado en un pueblucho de Texas, salvando a la hija del reverendo local y convirtiendo a éste en su portavoz. Todo el mundo lo ha visto caminar sobre las aguas, pero, ¿no puede ser semejante hazaña un brillante truco de cualquier émulo del mago David Copperfield?
Un final abierto permite intuir que habrá una segunda temporada de Messiah, uno de los mejores y más absorbentes entretenimientos que pueden disfrutarse actualmente en las plataformas de streaming. La audiencia ha sido enorme y las críticas, muy positivas. Quiero creer que el Mesías acaba de llegar y aún no ha dicho su última palabra.