Ellen Barkin (en el centro), cuando todavía formaba parte del reparto de la serie 'Animal kingdom' / MOVISTAR

Ellen Barkin (en el centro), cuando todavía formaba parte del reparto de la serie 'Animal kingdom' / MOVISTAR

Cine & Teatro

El fin del matriarcado

Uno de los logros de 'Animal kingdom' ha sido lograr la empatía del espectador con unos personajes que, si te los cruzaras por la calle, cambiarías de acera

14 septiembre, 2019 00:00

A lo largo de los últimos años hemos podido ver cómo varios veteranos de Hollywood encontraban en la televisión el papel de su vida. Pensemos en Jon Voight y su interpretación del catastrófico cabeza de familia de Ray Donovan, o en Glenn Close como la retorcida abogada Patti Hewes de Damages, o en Ellen Barkin como la matriarca de los Cody, una familia de criminales californianos, en Animal kingdom. Esta serie, de la que no me he perdido ni un episodio de sus cuatro excelentes temporadas, se acaba de quedar sin Smurf (Pitufa), el alias con que sus hijos (y todo el mundo) se dirigen a ella, aunque se llame Jeanine. Los guionistas han decidido matarla y yo no sé muy bien cómo se las van a apañar a partir de ahora sin ese personaje que era la clave de bóveda de la narración, pues en torno a ella giraba todo lo que sucedía en Animal kingdom, serie inspirada en la película australiana del mismo título, pero con una vida propia más larga y más interesante que la del original de David Michod.

No recuerdo un papel como el de Smurf en toda la carrera de la señora Barkin, y también ella debería haberse dado cuenta del regalo que le había caído del cielo en el tramo final de su vida audiovisual. Pero parece que nuestra querida Ellen no tiene muy buen carácter -como Faye Dunaway, que fue despedida hace poco de una función teatral en Nueva York porque nadie podía aguantarla- y llevaba cierto tiempo agotando la paciencia de todos aquellos con los que se cruzaba en el plató: de los productores ejecutivos a los realizadores de cada episodio, pasando por los departamentos de maquillaje y peluquería y hasta por el infeliz que le traía los cafés. Conclusión: adiós, Smurf, estás muerta.

Uno de los principales logros de Animal kingdom ha sido lograr la empatía del espectador con unos personajes que, si te los cruzaras por la calle, cambiarías de acera rápidamente: una arpía fascinante, Smurf; unos hijos que se las traen -el atormentado Pope, el tarugo de Craig y el gay desacomplejado, tanto en el sexo como en el crimen, Deran; y un nieto, J., cuya madre, la única hija de Smurf, murió de una sobredosis de heroína. Todos ellos son lo que se conoce en inglés como Career criminals (delincuentes profesionales), gente a la que nunca se le ha pasado por la cabeza que se pueda vivir sin atracar bancos, furgones blindados o cualquier sitio en el que haya dinero. Pese a su apariencia independiente y decidida, los hermanos Cody son unos niños de mamá que corren a esconderse bajo sus faldas cada vez que pintan bastos (algo que sucede con frecuencia, dado que la policía está permanentemente encima de ellos y que sus tratos con otros miembros del inframundo siempre acaban a tiros).

¿Qué harán a partir de ahora sin Smurf? ¿Y qué haremos los adictos a Animal kingdom? Me veo venir una quinta temporada flojísima y la inmediata cancelación de la serie. Y todo por culpa del mal carácter de Ellen Barkin, que no ha sabido reconocer el papel de su vida. Ojalá me equivoque.