¡Se ha lucido, señor Fincher!
Ramón de España destripa la nueva serie de Netflix, 'Mindhunter', por falta de intriga y de incentivos que le animaran a ver más de dos capítulos
21 octubre, 2017 00:00El principal responsable de que la nueva serie de Netflix, Mindhunter, sea un tostón de nivel cinco no es el director de los primeros episodios, David Fincher, sino el creador del ladrillo, Joe Penhall, pero como a este señor no lo conoce ni su padre y Fincher es un cineasta reputado, pues resulta bastante lógico emprenderla con él. ¿Quién iba a leer un artículo titulado ¡Se ha lucido, señor Penhall!? Y, además, toda la campaña de promoción de la serie se ha basado en la adscripción a la misma del director de Seven, El club de la lucha —piezas magníficas, de ésas que sirven para que confundamos con un autor a alguien que brilla más o menos dependiendo del guion que le cae, lo que ya ocurrió, por ejemplo, con Ridley Scott gracias a Alien y Blade runner— y otras películas mucho menos memorables (con la excepción de Zodiac, inolvidable a causa del tedio que producía al espectador).
A efectos prácticos, ya que no morales, los serial killers siempre han ayudado al entretenimiento audiovisual, salvo en el citado caso de Zodiac. No es así en Mindhunter, una aproximación historicista a ese fenómeno criminal que convierte a los asesinos en serie en lo que probablemente son, unos tarados sin especial interés, pero lo único que consigue de ese modo es aburrir al espectador de mala manera: yo he aguantado dos episodios, esperando que la cosa se animara en cualquier momento, pero me he retirado de Mindhunter ante la evidencia de que aquello no se iba a animar nunca porque prima el enfoque seudocientífico y seudodidáctico.
David Fincher no es el director de 'Mindhunter', sino Joe Penhall, pero como a este señor no lo conoce ni su padre y Fincher es un cineasta reputado, pues resulta bastante lógico emprenderla con él
Ambientada en 1977, año de la detención del Hijo de Sam, que llevaba un tiempo sembrando el pánico en Nueva York con sus asesinatos aleatorios, Mindhunter se centra en el descubrimiento por parte del FBI de la figura del asesino en serie, como si éste no existiera desde los tiempos de Jack el Destripador. Su protagonista, el agente Holden Ford —interpretado por el desconocido Jonathan Groff, un hombre dotado del carisma de una pantufla a cuadros—, se empeña en hablar con serial killers enchironados para entenderlos y prevenir las acciones de otros como ellos. Su jefe le pone palos en las ruedas, pero el hombre es un creyente de la investigación preventiva y acaba saliéndose con la suya, lo cual nos permite asistir a sus apasionantes interrogatorios con majaretas entre rejas.
Intriga, lo que se dice intriga, no la hay en Mindhunter. Estamos ante una aproximación académica, casi documental, a un fenómeno inquietante, no ante el thriller que cabía esperar ante la mezcla del asesinato en serie y David Fincher. Eso sí, no se le puede negar cierta coherencia a este cineasta: no recuerdo haberme aburrido tanto con algo presuntamente apasionante desde Zodiac. Lamentaré perderme la prevista aparición de la dulce Anna Torv, que en su momento me hizo seguir Fringe con especial interés, pero para pillar el sueño prefiero un trankimazin.