De vuelta a Fargo
Acaba de arrancar la tercera temporada de Fargo y a quien esto escribe le ha bastado con el primer episodio para engancharse a la trama, como ya le sucedió en las dos temporadas anteriores. Esta vez, la acción transcurre en 2010 y, como ya es habitual, al principio se nos informa de que estamos ante una historia real; lo cual es mentira, como ya lo era en la película de los hermanos Coen en la que se inspira la serie, creada por el gran Noah Hawley, responsable también de la extrañísima Legión.
El tema central de Fargo es la miseria moral, que se explica siempre con un fatalismo y un humor negro admirables y extremadamente eficaces
El protagonista es el escocés Ewan McGregor, en el papel de dos hermanos (aparentemente) gemelos, uno rico y otro pobre y cada uno de ellos con sus propios problemas: el rico, un empresario, tras ser rechazado por todos los bancos en su búsqueda de un préstamo, acabó recurriendo a unos tipos muy poco recomendables que quieren quedarse su compañía como tapadera para sus propios asuntos sucios; el pobre es un agente de la condicional que quiere casarse con una de las delincuentes a su cargo y que odia a su hermano porque considera que le sopló parte de su herencia. Por eso recurre a otro de sus pupilos, un beodo y drogadicto que acaba de suspender su última prueba de orina, para que se cuele en casa de su hermano y se haga con unos sellos muy valiosos: como era de prever, ese inútil se equivoca de casa y mata a quien no debe, siendo eliminado a continuación por la expeditiva novia del poli arrojándole encima, tras una desagradable visita a su domicilio, un módulo de aire acondicionado mientras se fuma un pitillito tan tranquilo en el umbral del edificio. El horror ha comenzado y todos intuimos que, a partir de ese momento, va a ir en aumento hasta llegar a una catástrofe generalizada de la que nadie saldrá indemne.
El tema central de Fargo es la miseria moral, que se explica siempre con un fatalismo y un humor negro admirables y extremadamente eficaces. Personas permanentemente descontentas con su vida ponen en marcha unas estrategias que les acaban conduciendo a la destrucción, tanto a ellos como a quienes les rodean. De eso iba la película desde que a William Macy le da por buscar un atajo para resolver sus problemas y de eso va la serie, que es de una gran fidelidad al largometraje de los Coen, quienes, tal vez por eso, ejercen de productores ejecutivos. No era fácil salir bien librado de esta adaptación televisiva, como tampoco lo era brillar con una versión de un cómic de la Marvel como Legión, pero el señor Hawley lo ha conseguido en ambos casos. Se le felicita y aplaude convenientemente.