Vidas al límite
Arrancó en Movistar la tercera temporada de American crime y lo hizo de manera algo distinta a las dos anteriores, presentando una serie de situaciones sin conexión aparente en las que solo un personaje, una trabajadora social interpretada por Regina King, parece poder ejercer de hilo conductor.
Hasta ahora, como indicaba el título de la serie, el primer episodio de la temporada se abría con un crimen o un delito cuya resolución ocupaba las siguientes entregas. Pero la novedad, esa falta de precisión, no constituye un lastre para esta nueva temporada, sino tan solo un cambio de planteamiento, pues todas las tramas que se presentan juntas captan el interés del espectador en vez de alejarlo de la propuesta por confusa: aquí, la imprecisión funciona como acicate, pues sabemos que todo nos será explicado a su debido tiempo porque la cosa no ha hecho más que empezar.
Creada por John Ridley, American crime no es, ni lo pretende, convertirse en una serie de moda, de ésas que generan fenómenos de fans y cuya popularidad da la vuelta al mundo. Es, aparentemente, una propuesta discreta y de las más adultas que puedan encontrarse en la actualidad, pues su intención es centrarse, temporada a temporada, en las cosas que van mal y que no funcionan en la sociedad norteamericana contemporánea, y por extensión, en cualquier otra.
La reflexión funciona a dos niveles: el propiamente humano, representado por los más cercanos a la víctima, y el estrictamente sociológico, que se adentra en los posibles motivos ocultos en la base del sistema social
En la primera temporada, todo giraba en torno a un asesinato; en la segunda se abordaba una posible violación homosexual en un instituto; en la tercera… ya veremos. De momento, contamos con una asistente social dedicada a adolescentes prostituidos, con un emigrante mexicano empeñado en llegar a Carolina del Norte aunque aún no sepamos por qué (Benito Moreno, el poli aspirante a alcalde de The shield), un ama de casa con una hermana con problemas de alcohol (Felicity Hufmann, habitual de la serie y una de las Mujeres desesperadas de antaño)…
American crime parte siempre de un caso concreto, de un delito específico, para reflexionar sobre la sociedad en que ese delito ha tenido lugar. La reflexión funciona a dos niveles: el propiamente humano, representado por los más cercanos a la víctima, y el estrictamente sociológico, que se adentra en los posibles motivos ocultos en la base del sistema social. Cuando vi la primera temporada, me pareció un producto tan inspirado, honesto y poco comercial que temí que no llegara a rodarse la segunda. Me alegra ver, con el estreno de la tercera, que la propuesta del señor Ridley ha encontrado su público, puede que no tan numeroso como el de Juego de tronos, pero sí suficiente para seguir adelante.