Dos visitantes transitan por uno de los expositores de la última edición de ARCO

Dos visitantes transitan por uno de los expositores de la última edición de ARCO

Artes

El mercado del arte se despereza

La última edición de ARCO certifica la recuperación del negocio a pesar de que la cita madrileña todavía no ha conseguido ser el escaparate de la creación latinoamericana

9 marzo, 2022 00:10

Definitivamente pasó el tiempo de la ostentación. Atrás quedaron los años en los que se exigía a ARCO que fuese la pasarela del arte contemporáneo. O, en todo caso, su parque temático. Pero la crisis golpeó. Y la pandemia remató lo que quedaba en pie. El resultado final de aquella ecuación que se amasaba con euros y arrogancia ha sido la última edición: ARCO ya no arde. ARCO ya no quema. ARCO ha acabado por ser, sobre todas las cosas, una feria comercial donde lo que importa es vender arte, sumar clientes, preservar a los que ya lo eran y no dejarse arrastrar por lo que no es, por lo que ya fue, ni por lo que no será. 

Desde la perspectiva de la cuenta de resultados, la reciente edición de la feria de arte contemporáneo de Madrid ha arrojado un cargamento de buenas noticias. Nada extraño si se viene del agujero de 2021, cuando la crisis sanitaria obligó a sus promotores a realizar una convocatoria de emergencia, optando por un formato sobrio, con aforo limitado y en fecha inusual: comienzos de julio. La cita de este año ha destacado por los síntomas de recuperación ofrecidos por el mercado, generalmente conservador –el dinero siempre lo es– e influenciable al extremo por los imprevistos: antes una pandemia, ahora una guerra en Europa.

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Una mujer recorre los estands de ARCO 2022, la feria de arte contemporáneo de Madrid

Sirva como ejemplo de su extraordinaria sensibilidad que el mercado español del arte se desplomó un 37% a raíz del impacto del coronavirus, con unas ventas totales de 308 millones de euros, su nivel más bajo desde 2014. El estudio El mercado español del arte en 2021, coordinado por el Instituto de Arte Contemporáneo por encargo de la Fundación la Caixa, también revela que esa caída prácticamente duplicó la sufrida por las ventas a nivel global (-22%), un dato de enorme interés en un negocio de dimensiones reducidas tanto a nivel europeo como mundial. España sólo representa algo más del 2% de las ventas de arte y antigüedades dentro de la UE y menos del 1% en términos globales.     

Con todo, del número de visitantes (135.000 personas) y profesionales (30.000) registrados en la última edición de ARCO se deduce que ha existido realmente un interés por saber qué se está produciendo ahora. Aunque no hay datos precisos del negocio, las sensaciones entre los galeristas han sido, por lo general, buenas. A este optimismo ha contribuido, sin duda, el dinero público. Por ejemplo, el Museo Reina Sofía ha adquirido por 370.000 euros un total de 16 obras de 15 artistas, diez de ellos españoles. La serie fotográfica de Antoni Campaña El expreso antifascista (1936), una pieza de Antoni Miralda y dos trabajos de Eva Fàbregas son algunas de estas incorporaciones.  

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Esto es España, obra del artista finlandés Riiko Sakkinen, en el expositor de la galería Forsblom

En el ámbito institucional ha destacado también la Comunidad de Madrid, con un desembolso de 405.000 euros para engrosar la colección del Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M), en Móstoles. La organización del certamen, que se ha limitado a hablar de “mayores ventas”, sí ha ofrecido un listado de los principales compradores, generalmente fortunas que dan rienda suelta a su pasión por el arte a través de fundaciones. Destacan las adquisiciones realizadas por la aristócrata Francesca Thyssen-Bornemisza, la galerista Helga de Alvear, el empresario Mariano Yera y la saga de los Masaveu

Ese viento a favor se ha visto favorecido por un programa que ha ganado en solidez y en coherencia, asentado en buena medida en la revisión de los 40 años de existencia de ARCO. Su directora, la catalana Maribel López, planteó un homenaje a las galerías históricas de esta feria que estrenó travesía allá por 1982, con Juana de Aizpuru al frente. Descartó el leit-motiv del país invitado (que suele dar timbre internacional al evento) y encargó en su lugar a los comisarios María Inés Rodríguez, Francesco Stocchi y Sergio Rubira la sección 40(+1), donde diecinueve firmas habituales del evento expusieron las obras de sus artistas más representativos, dejando una colección digna del mejor museo.   

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Una de las fotografías de la serie El expreso antifascista (1936) del catalán Antonio Campaña, adquirida por el Museo Reina Sofía

Aquellos años locos de los primeros ochenta, que tuvieron también su cobijo y su reflejo en ARCO, han dejado sitio para un paisaje expositivo con mejores cadencias donde el equilibrio entre stands hace más formal la propuesta expositiva. Pintura, escultura, fotografía, vídeo e instalaciones conviven sin cabecear con las propuestas digitales. Los grandes nombres no han quitado sitio a los jóvenes. Las galerías también seleccionaron con más vocación de atraer al cliente que al público. Casi desaparecieron las piezas de precio monumental y la mayoría de la oferta se adaptaba de forma razonable a un mercado que aún tantea, que todavía anda medio gripado.

Por lo demás, el conjunto de piezas exhibidas en 40(+1) ‒algo así como los grandes éxitos de la feria: de los iglús de Mario Merz a una escultura de Carmen Laffón o una obra en tela de Etel Adnan, ambas recientemente fallecidas‒ demuestra que ARCO ha sido también un contenedor de las mejores creaciones contemporáneas de las últimas cuatro décadas. Pese a su persistente inclinación hacia el espectáculo (y la frivolidad), la feria explica, en buena parte, el desarrollo del arte en España desde los años ochenta, convirtiéndose en un punto de encuentro para el público y en una cita para generar redes e intercambios entre artistas, críticos y comisarios.    

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Vista general del pabellón de Ifema, en una de las jornadas de ARCO 2022

Ahí, precisamente, radica las opciones de relevancia de ARCO en un contexto altamente competitivo e inestable, a la salida de una pandemia que ha dejado a las claras la sobreabundancia de ferias y el fuerte desembolso que obliga a galerías y artistas participantes. Si aspira a sobrevivir y destacar, la feria madrileña está obligada a reforzar su misión como nutriente y aglutinador del tejido profesional del arte en España y apuntalar su vocación de escaparate de la creación latinoamericana, donde tiene, desde hace años, un duro rival: la delegación en Miami de la Art Basel

En este punto, de las 185 galerías participantes, la edición de 2022 contó con 24 galerías de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Perú y Uruguay. No ha sido el año con más representación (en 2017, por ejemplo, sumaron 41 de un total de 200), pero la cifra es representativa del interés. Varias ediciones pasadas se consagraron a países latinoamericanos: en 2019 se otorgó el protagonismo a Perú; en 2017, a Argentina; en 2015, a Colombia; en 2008, a Brasil; en 2005 a México. Chile declinó la propuesta de convertirse en el país destacado de 2021 a causa de la inestabilidad política.      

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Inauguración de la primera edición de la feria de arte contemporáneo de Madrid (ARCO), en 1982

La toma de posiciones de ARCO en la esfera internacional también se adivina en la elección de la temática central de la edición 2023, que se celebrará del 22 al 26 de febrero: el programa Mediterráneo: un mar redondo, comisariado por Marina Fokidis, y con la asesoría de Bouchra Khalili e Hila Peleg, girará en torno a las escenas artísticas de los países que lo rodean, desde el sur al norte y de costa a costa. Según avanzó la organización de la feria, “a la selección de galerías se unirá un foro centrado en la investigación de la cultura común de los países del Mediterráneo”. 

En definitiva, la feria ARCO tiene que distinguirse y para hacerlo busca ser una estructura más manejable y más internacional. También más sugerente y menos discotequera. Ser más feria, a la manera en que hoy lo imponen algunas de los mejores referentes de fuera. La combinación de galerías señeras y jóvenes, el rigor en la selección (casi logrado por entero), la exhibición de las piezas con mejor sentido del espacio y el cruce de conceptos, mensajes y discursos han propiciado este año un ánimo de renovación. Queda por ver qué ocurre con él, si persiste o, definitivamente, se diluye.