Tecnología para una historia (inteligente) del arte

Tecnología para una historia (inteligente) del arte DANIEL ROSELL

Artes

Tecnología para una historia (inteligente) del arte

La Inteligencia Artificial se ha convertido en una herramienta creativa que abre la puerta a nuevas formas de expresión, pero aún está lejos de alcanzar los atributos de la singularidad humana

18 septiembre, 2024 14:15

Entre 2015 y 2016 se llevó a cabo un proyecto de Inteligencia Artificial (IA) basado en los cuadros de Rembrandt. Tras analizar las más de trescientas cincuenta pinturas del catálogo del pintor, se sacaron conclusiones sobre la técnica, los colores empleados, el sexo y edad de los personajes, sus proporciones faciales, la dirección de las miradas e incluso el grosor de las pinceladas según la zona del lienzo. Después de la fase de aprendizaje, el programa The Next Rembrandt creó con una impresora 3D una obra a semejanza de las del maestro neerlandés: un caballero, acaso un alto representante institucional o un próspero comerciante, asoma con cierta pesadumbre desde un fondo de tiniebla.

El androide Ai-Da, nombre que rinde homenaje a la matemática Ada Lovelace, también conocida por ser la única hija legítima del poeta Lord Byron, expuso en abril de 2022 unas obras inspiradas en La Divina Comedia de Dante en una galería situada en el acceso a los Giardinni de la Bienal de Venecia. Por primera vez en los 120 años del certamen, un robot exhibía sus creaciones junto a la de humanos. La máquina, que ya había mostrado sus trabajos en el Museo Victoria & Albert de Londres y en la Gran Pirámide de Giza, en Egipto, exploraba en esta ocasión las similitudes entre el purgatorio cristiano y el metaverso tecnológico: dos espacios entre la realidad y la ficción donde nadie quiere permanecer mucho tiempo.

El lienzo creado por inteligencia artificial (IA) en el proyecto ‘The New Rembrandt’.

El lienzo creado por inteligencia artificial (IA) en el proyecto ‘The New Rembrandt’.

Cuestionado por la finalidad de la máquina-artista, dotada de apariencia humana, con piel de silicona, cabello, dientes y encías, su creador, el galerista Aidan Meller, ha explicado que “Ai-Da es un motivo perfecto para plantear cuestiones sobre el uso de la tecnología y el impacto que tendrá en nuestra sociedad, y valorar si queremos introducir algo así”. “Todos deberíamos preocuparnos por el uso de la inteligencia artificial y cómo afecta al lenguaje y, fundamentalmente, a la creación. Si las computadoras están creando contenido que a su vez moldea el pensamiento humano y la sociedad, estamos asistiendo a un cambio crítico sobre el que debemos discutir y pensar”, ha insistido.  

Con un argumento similar, el artista Boris Eldagsen alborotó en la primavera de 2023 el premio Sony World World Photography Awards al anunciar que la instantánea que presentó a concurso y que obtuvo finalmente el galardón fue creada con inteligencia artificial. Nadie del jurado se percató de que las dos mujeres de distintas generaciones que se abrazan en la imagen titulada Pseudomnesia: The Electrician son creaciones de una computadora. Tampoco de que el fotógrafo no midió la luz y, por supuesto, no realizó el disparo de la cámara. “Mi objetivo era abrir un debate, y lo he conseguido”, afirmó Eldagsen, miembro de la Academia de Fotografía de Alemania.   

El androide Ai-Da posa junto a uno de sus autorretratos.

El androide Ai-Da posa junto a uno de sus autorretratos. WIKICOMMONS

A este respecto, la vinculación de la IA con el mundo del arte ha convertido en volátiles conceptos que parecían más o menos asentados, como la autoría, la creatividad y la originalidad. ¿A quién debemos considerar el autor de estas creaciones? ¿A los seres humanos responsables de la programación o a la máquina? ¿Podemos hablar de creación cuando las obras son el resultado del conocimiento adquirido a través de los modelos, es decir, de patrones surgidos a partir del análisis de una cantidad colosal de datos? En consecuencia, ¿cabe hablar de algún grado de originalidad o solo asistimos a un carrusel infinito de variaciones, interpretaciones y reelaboraciones?    

En paralelo, se ha abierto una interesante disputa sobre si las máquinas pueden llegar a ser realmente creativas, dado que se trata de una actividad que pertenece a la esencia de las personas. “El arte es una forma particular bajo la cual el espíritu se manifiesta”, afirma, rotundo, Hegel en su Introducción a la estética. No es extraño, por tanto, que la inmersión de la IA en un ámbito que se creía exclusivo de la condición humana haya disparado las discusiones sobre si puede considerarse una obra artística –es decir, original, innovadora, insólita, pero que a la vez tenga la capacidad de evocar y emocionar– el producto que un software ha generado sin intencionalidad y sin conciencia de sí misma. 

Cabe anotar, en este punto, que la creatividad se ha situado siempre en un territorio sutil, misterioso, casi espiritual. Resulta muy difícil explicar cómo surgen las ideas, de ahí que, a menudo, se recurra a nociones vagas como la intuición, la inspiración o el arrebato para intentar explicarla. Desde un punto de vista filosófico, la creación se ha entendido, básicamente, como un arte de conocimiento. Es una forma de conocer la realidad y a nosotros mismos. A grandes rasgos, en el acto creativo, el artista sería guiado hacia la verdad más profunda de las cosas llegando a conseguir la expresión plena de la realidad, o lo que es lo mismo, la expresión radical del ser.  

Ai-Da, durante un debate sobre el futuro de las industrias creativas en la Cámara de los Lores, en octubre de 2022.

Ai-Da, durante un debate sobre el futuro de las industrias creativas en la Cámara de los Lores, en octubre de 2022. WWW.AI-DAROBOT.COM

Pero, parece evidente que, con ser este elemento trascendente, no es el único que determina la chispa creativa. Cada idea siempre está precedida por un esquema histórico-cultural fruto de las experiencias vividas y de la sociedad en la que nos desenvolvemos. Dicho de otra manera, el germen de nuestra cultura, todo nuestro conocimiento y nuestras vivencias, están, entre otras cosas, detrás de cada idea creativa. La memoria, personal o colectiva, es una generosa levadura. Así, cuanto mayor sea el conocimiento y la experiencia, mayor será la probabilidad de encontrar una relación impensable que conduce a una obra artística.

Por esta misma vía, si damos por válido que una idea creativa puede surgir de la combinación novedosa y valiosa de ideas conocidas, si aceptamos que la creatividad es una forma avanzada de resolución de problemas que involucra memoria, analogía, aprendizaje y razonamiento, cabría concluir que es posible emular esa chispa mediante ordenadores convenientemente programados. En otras palabras, nuevos teoremas matemáticos, nuevas obras musicales, nuevas narraciones y nuevas fórmulas plásticas se pueden generar a partir de un conjunto finito de elementos existentes, de su análisis y de su reformulación. 

Bajo este parámetro, la observación reiterada de los grandes referentes culturales, el almacenamiento masivo de información en texto e imagen, la capacidad aleatoria, sistémica e integradora y las reglas estéticas básicas son también fundamentos del arte. Y, en este punto, son perfectamente aplicables en un modelo de aprendizaje automático expuesto previamente a millones de imágenes y textos artísticos, configurado con una única misión: realizar una imitación altamente optimizada de aquello que ha visto y que ha conocido, ya sean los retratos de Rembrandt, las versiones e interpretaciones de La Divina Comedia de Dante o las primeras y rudimentarias placas fotográficas. 

La fotografía ‘The Electrician’, de la serie ‘Pseudomnesia’, de Boris Eldagsen.

La fotografía ‘The Electrician’, de la serie ‘Pseudomnesia’, de Boris Eldagsen.

Hasta la fecha, la IA consiste en alimentar a la computadora con datos para que pueda establecer patrones estadísticos, que serán más sofisticados cuanta más información posea. Esa información, claro está, no surge de la nada, sino que proviene de personas que la han ido recopilando. El hecho de que una inteligencia artificial se abastezca de las aportaciones de muchos no significa en cualquier caso que la obra que produzca vaya a resultar mejor –más profunda, elegante o emocionante– que el trabajo artístico, al menos el excelente, nacido de la compleja inventiva de un ser humano. 

La IA se ha convertido en una herramienta que ofrece la posibilidad de aumentar la creatividad humana en ámbitos como la música, la literatura y las artes plásticas, si bien su más alto nivel aún está fuera del alcance de los ordenadores porque requiere no solamente generar combinaciones novedosas y valiosas de ideas conocidas, sino inventar conceptos e ideas radicalmente diferentes. La razón es que una idea radicalmente nueva pasa por quebrar las reglas y los sistemas de inteligencia artificial versionan, construyen y reelaboran sobre fórmulas ya existentes. Así ocurrió, por ejemplo, con las vanguardias a comienzos del siglo XX. Un episodio más de la historia (inteligente) del arte.