Zoe Maeve y el arte de la fantasmagoría
La ilustradora canadiense relata en 'El regalo', con una estética espectral construida a partir de blancos y azules, la biografía de Anastasia, la cuarta princesa de la estirpe de los Románov
12 abril, 2023 19:10Una novela histórica, un poema histórico, un tebeo basado en un lance histórico, sinfonías sobre batallas, poemas sobre bodas reales, películas sobre el siglo XVII, el siglo XIX, el desembarco de Normandía, la bomba atómica, mayo del 68. Claro que sí, a todas horas, por todas partes. El relato de ficción y la historia de los hechos fundidas en un abrazo. Pero, ¿qué entendemos por historia? Supongamos que nos ponemos de acuerdo en considerar la historia como un conjunto de hechos y datos sucedidos en el pasado, sobre los que existe cierto consenso para considerarlos verdaderos. O por lo menos plausibles. Una vez resuelto el problema de definir la historia parece que podemos sentarnos a descansar, pero nada de eso, enseguida se levanta y se acerca otro (¡los problemas son como el oleaje!) más complejo e interesante. Se lo formulo corto y al pie: ¿qué relación se establece entre el relato y la historia? O si lo prefieren: ¿cómo la obra de ficción emplea el material histórico para sus propios intereses?
Y aquí las respuestas son más variadas que el pelaje de los gatos. De nada sirve acercanos al mercado del arte con una idea fija y preconcebida. Nos perderíamos la inmensa variedad de relaciones que se establecen entre estas dos instancias. Veamos algunos ejemplos: aquel le da a la historia toda la preponderancia, y reduce su obra a una ilustración de lo que ya conocemos. El de más allá la mezcla con sus recuerdos, tiñéndola de subjetividad. Este la deforma ideológicamente para extraer la lección (que puede ir desde lo sensato hasta lo criminal, pasando por lo audaz y lo tarambana) que le conviene proyectar sobre las luchas del presente. El de más cerca amplia el episodio con dosis titánicas de documentación. Uno la idealiza, otro la discute, alguno la rechaza, y siempre hay quien la malintrepeta. Y para un Tolstoi y un Balzac la historia es apenas el sustrato del que se alimentan sus vistosas y vivas selvas ficcionales.
Zoe Maeve ha situado su fantasmagórico relato en la Rusia de los zares, en el periodo que va del nacimiento hasta la muerte de Anastasia, la cuarta princesa de los Románov. La autora emplea un relato histórico conocido del que es sencillo que el lector conozca su sangriento final: la caída y masacre de la primera familia de Rusia. La historia se expone despojada de tensiones políticas y sociales, aunque terminan manifestándose en la lectura de El regalo precisamente porque no hay manera de que el conocimiento sobre estos acontecimientos que todos arrastramos (aunque sea de manera impresionista) no se adhieran a la lectura. El mismo conocimiento general sobre los hechos impone su atmósfera trágica, algo que no se hubiese logrado con un relato inventado para la ocasión, cuyo final desconocemos. Así es como leemos esta biografía de Anastasia como si ella fuese un fantasma del futuro, y El regalo la premonición de un baile de espectros.
La fantasmagoría está presente desde la primera página hasta la última. La gama de blancos y azules, el trazo tembloroso que por momentos recuerda a Guido Crepax, las polillas, las heridas, los silencios gélidos, los zooms a los objetos (caminos, marcos, joyas, muebles…) que parecen haber renunciado al movimiento a cambio de sobrevivir, una composición de página casi estática… todo presiona hacia lo espectral. Transmite la impresión de un mundo a punto de detenerse. Que pertenece más al pasado que al futuro. Como si siguiese en marcha casi por error.
En el centro del tebeo encontramos una caja mágica, la cámara de filmar que recibe de manera misteriosa Anastasia, y con la que da cuenta de una familia a punto de derrumbarse con ella dentro. La caja mágica es el corazón simbólico del relato e invita al lector (casi lo desafía) a desentrañar su significado. ¿Captura las últimas premoniciones vivas de los futuros fantasmas? ¿Levanta un acta documental tan insegura como parcial? ¿Se comunica con otro mundo? ¿Crea un espacio de ficción donde huir? ¿Se prolonga la conciencia más allá del sueño? ¿Relevan o prolongan las ficciones la vida de los muertos célebres?
Todas estas posibilidades (y alguna más que dejo de lado a las que deben sumarse las que el lector rastree por su cuenta) se combinan, revelan, compiten, se manifiestan y se esconden en El regalo, sin que el relato parezca inclinarse de manera definitiva por ninguna. Esta delicada indeterminación no es uno de los menores atractivos de un tebeo que sobresale por su tono fantasmagórico, su toque gélido, un dibujo ondulante y un despliegue moroso y enigmático. Y que emplea la historia de manera sutil e interesada, sin la menor ingenuidad.