¿Cómo exorcizar a un monstruo?
Los artistas Bonadies y Olavarría crean una novela gráfica, expuesta en La Virreina, con textos e ilustraciones sobre la Torre de David, un edificio que resume la historia reciente de Venezuela
18 mayo, 2022 23:00El arte contemporáneo es híbrido: experimenta y manifiesta. Expresa la realidad y muestra la complejidad. Los artistas Ángela Bonadies (Caracas, 1970) y Juan José Olavarría (Valencia, Venezuela, 1969) han querido contar la situación de Venezuela en una exposición titulada En las entrañas de la bestia, que trata sobre la Torre de David, un gigantesco y simbólico edificio de Caracas. La muestra, abierta hasta el 5 de junio en la sala Miserachs de La Virreina, en el Centro de la Imagen de Barcelona, deconstruye el imaginario de la crisis venezolana mediante ilustraciones y textos. Ambos creadores se mueven con este trabajo entre los límites de la ficción y la realidad.
La Torre de David es un rascacielos de 195 metros de altura y 45 pisos cuya construcción quedó paralizada en 1994 tras la muerte de su principal accionista, David Brillembourg, y la crisis bancaria que arrastró al país esa década. Posteriormente, el edificio fue ocupado por familias sin techo en una operación amparada por la organización Caciques de Venezuela que, en 2014, luego de albergar a casi 5.000 personas en una favela vertical, fue desalojada por Nicolás Maduro. El edificio, explica Bonadies, “no es un símbolo del chavismo, sino una metáfora de las últimas décadas del país y una representación del poder jerárquico y caudillista”. La simbología del edificio trasciende la historia de los últimos años de Venezuela porque “su estructura convoca una superposición de tiempos y deudas que se desbocaron con el chavismo” afirma la artista.
Para muchos, la torre de David es un edificio con una historia reciente, ya que apareció en un episodio de la serie de televisión Homeland y se convirtió en símbolo de la exposición ganadora del León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia del 2012. Bonadies y Olavarría han trabajado este referente desde que en 2010 lograron acceder a su interior. En realidad, el edificio empezó a construirse en 1990 como “emblema de las fortunas hechas durante el boom bursátil de los años 80, un ícono de la quiebra de la crisis bancaria de 1994, consecuencia de las políticas populistas del gobierno revolucionario y, finalmente, una bestia gigante, arruinada y vacía. En la torre de David se resumen las promesas fallidas desde el capital y desde el Estado, un monstruo bifronte”.
Es a partir de esta metáfora que Bonadies y Olavarría crean un artefacto artístico que va más allá de lo explorado a través de la imagen documental y que ya había estado expuesto en salas de otros museos, como el Centro de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). En las entrañas de la bestia, los artistas cambian de lenguaje e indagan en la mezcla para construir una novela gráfica que además se expone. Su obra refleja lo que vivieron, soñaron y sintieron tras visitar la torre.
Para ellos, un lenguaje que combina el texto con la ilustración no contradice sus piezas anteriores: “las completa y asume el riesgo de hablar en primera persona, de crear un artefacto que muestre un delirio: estamos tragados por la bestia, por ese ventrílocuo poderoso que trata de hablar y pensar por nosotros, por el mal mago que propicia las desapariciones, el hambre, el mareo. Por eso lo dividimos en tomas: para enfatizar la deriva alucinada”.
Los autores de esta exposición recogen los hechos que ha contado el periodismo sobre la Torre de David y los expanden. “A través del arte intentamos inscribirlo dentro de una poética que no solo responde al contexto, sino a otros impulsos cíclicos. Si bien partimos de la torre, nos interesa el poder y sus estrategias, la locura que genera vivir en un país que funciona como una máquina de movimiento perpetuo en una doble e imposible paradoja: se mueve todo el tiempo y no avanza” dice Bonadies.
El recorrido por la sala Miserachs es breve pero punzante. Las ilustraciones de la torre y sus protagonistas crean una cierta sensación de caos, mareándonos y fatigándonos. El monstruo está vivo. Es un edificio que refleja “obsesiones y padecimientos universales, como el odio, el dolor, el miedo, la ambición, la confusión, la injusticia, la locura, la pobreza, la adicción al poder, la violencia, el deseo, la muerte". Y añaden: "Mezclamos referencias y experiencias personales. Nos ubicamos dentro de la bestia: ella nos traga”.
Según Bonadies, el arte venezolano es “muy rico y variado” y se manifiesta a través de distintos lenguajes. La luz y la sombra que proyecta el país es innegable, por eso el trabajo de ambos artistas es una forma de “exorcizar un poder monstruoso”, que los trata como títeres. Es por ello que deciden optar por la transformación y el juego, para convertir esta sombra monstruosa en algo diferente. Este exorcismo, explica Bonadies, “es como cuando lees El rey se inclina y mata, de Herta Müller” donde los miedos y los dolores, frente a un régimen dictatorial, se convierten en literatura.
“No sé si nuestro trabajo es sobre la miseria. Insistiría en decir que es sobre el poder. La miseria es una de las consecuencias de la forma que asume ese poder. Pero en nuestro cómic hay imágenes y textos que aluden a la literatura, el cine, el arte. La máquina de luz y sombra de Athanasius Kircher, la sexualidad que se pasea desbordada y violenta, la pequeña muerte, una liebre que llega tarde, el corazón de América, el comegente de oficio y el antropófago Oswald, las piedras de la escritora Ana Enriqueta Terán y la nieve del poeta Eugenio Montejo: máquinas de luz y sombra”. Referencias a lo universal y a lo local que impregnan un monstruo que respira.