En el jardín con las hermanas Brown
El fotógrafo estadounidense Nicholas Nixon llega a la sala de la Fundación Mapfre con una famosa selección de imágenes
20 junio, 2021 00:00Entra en la sala de la Mapfre para ver la joya de la colección, la famosa serie de las Brown Sisters: cuatro hermanas, Heather, Mimi, Bebe y Laurie, fotografiadas juntas, una vez al año, durante cuarenta años, siempre colocadas en el mismo orden, generalmente en el jardín de la casa de campo familiar en Massachusetts, por Nicholas Nixon (nacido en 1947), que es el marido de Bebe (la segunda por la derecha).
Vas pasando frente a las imágenes y ves a las cuatro hermanas que siempre procuran ser todo lo inexpresivas que pueden, no confesar nada de lo que les pase, mostrar solo la superficie de sí mismas, tienen esa gran dignidad de lo que se reserva, lo que se calla. Envejecen a una velocidad acelerada, foto a foto, un año por cada paso que das, y cuando has dado cuarenta pasos han transcurrido cuarenta años. No hace falta describir el vértigo.
No es la menor, entre las cosas que me gustan de esta serie, el hecho de que las hermanas Brown no solo no pretenden decir nada --más bien parecen reticentes, al menos hasta los últimos años, en los que se acercan y tocan más las unas a las otras, como amparándose y manifestándose más claramente el afecto que las une--, sino que tampoco se visten ni maquillan para la ocasión: tienen esa presencia casual, indiferente y aplomada, esa elegancia tan americana…
Nicholas Nixon no es el único en haber emprendido una “investigación”, o una “rutina”, o una “disciplina” en este sentido, con sus variantes. Por ejemplo, Pere Formiguera (1952-2013) tiene también esa serie interesantísima, llamada Cronos, que hizo desde 1990 hasta 2011, en la que retrata una vez al mes, durante diez años, a treinta y dos personas. Desde que se dio a conocer en el MOMA la serie de Nixon, han ido apareciendo muchas otras “réplicas” de la misma o parecida idea, realizadas con más o menos gracia.
Considero que una de ellas, probablemente involuntaria, es el gran álbum de fotografías de estrellas de Hollywood titulado Oldies but goldies (viejos, pero dorados) que cierto poeta ruso desconocido solía hojear en un Vips de Madrid a finales de los años ochenta, por la noche. Conozco también yo ese libro: la página de la derecha mostraba la foto de una estrella del cine en el esplendor de su juventud y de su atractivo erótico. Al pasar la página, veías a la misma actriz, o al mismo actor, medio siglo después, siempre vestidos como loros con una pompa barroca y grotesca, en el salón de su kitsch residencia de Los Ángeles. Oldies but goldies. El poeta ruso le dedicó a ese libro un poema, tan demoledor y ruso que paso de reproducirlo aquí. ¿Para qué angustiar al lector?
Paso del tiempo y continuidad del vínculo. Eso es Las hermanas Brown. Por cierto que en su último libro, Mi vecino Montaigne (Fórcola), que es una divagación ensayística a partir de la figura de Montaigne y de una visita a su famosa torre, divagación meditabunda que le permite recordar su propia infancia, fabular una imposible conversación entre Cervantes y Montaigne, o reiterar las tesis que sostienen, en un imaginario simposio, los físicos más destacados del siglo XX y XXI, Juan Malpartida dedica unas páginas a Las hermanas Brown. Llama a la ya mítica serie de fotografías “una cronología sentimental sin noticias”. Recuerda que lo habitual es “echarle un vistazo desde el comienzo al final, y exclamar: ¡Dios mío, lo que hace el tiempo!” Pero esto le parece evidente y simple, y concluye: “Nixon estuvo allí, nosotros no, así que debe dejar en la foto algo de su presencia, de su conocimiento del grupo, del acento temporal, vívido, de la corriente fluida del tiempo, ahora fija en una imagen. ¿De qué? Al tiempo que nos habla de la vida que pasa, también nos habla de la muerte. Son sucesivas imágenes de la muerte”.
Bueno… no sé si yo diría tanto. Pero en cuanto a eso que dice de que Nixon “debe dejar en la foto algo de su presencia”, es cierto. Por lo menos en algunas de las fotos se ve la sombra de su cuerpo y su cámara, proyectada, sobre las figuras de las hermanas, por la luz del sol que a él le daba de espaldas, en algunos de aquellos radiantes días de verano en el jardín con las hermanas Brown.