¿Para qué hago fotos?
Tres jóvenes fotógrafas españolas cuentan cómo empezó su pasión por la fotografía tras sus primeros pasos profesionales
3 mayo, 2020 00:00Silvia Grav soñaba con ser pintora pero no fue hasta que empezó el Bachillerato artístico y le pusieron una cámara de fotos en sus manos que descubrió su verdadera vocación. “Fue el descubrimiento de mi vida”, recordaba la semana pasada esta reconocida fotógrafa y directora creativa española desde su casa de Los Angeles en una charla en directo organizada por la comunidad fotográfica Voorpret en Instagram.
Grav, a punto de cumplir hoy los 30 años, llegó a Estados Unidos con apenas dieciocho años, poco después de que la plataforma Flickr la seleccionase como uno de los 20 mejores fotógrafos menores de 20, 20 under 20, y le surgiera la oportunidad de viajar a Nueva York a exponer su obra.
“Tuve mucha suerte”, dijo Grav durante la charla, recordando cómo fueron sus inicios profesionales. En el instituto le gustaba hacer fotos, pero no sabía cómo manipularlas ni qué hacer exactamente con ellas hasta que descubrió PhotoShop y su cerebro hizo “click”. “Vi que eso me permitía sintetizar mi faceta de pintora con la de fotógrafa”, aclaró Grac, que acabó despuntando en el mundillo artístico gracias a sus fotoretratos manipulados.
De Nueva York a Los Angeles
Al terminar el instituto, Grav se matriculó en Bellas Artes, pero enseguida abandonó los estudios, porque le aburrían. “Me pasé un año haciendo fotos sin parar, fue como una obsesión”, explicó. Al llegar a casa, colgaba sus fotos en las redes, y fue así como su trabajo se volvió viral. “Empezaron a publicarme en muchos blogs, webs de diseño, medios como Juxtapoz, Vice, The Huffington Post… Un día me levanté y tenía más de 200 visitas en mi página de Facebook”, recordó durante la charla.
Fue entonces cuando la plataforma Flickr la incluyó en su lista 20 under 20 y surgió la oportunidad de viajar a Nueva York. “La experiencia me cambió la vida”, dijo Grav, que ve muy difícil su regreso a España ante la falta de expectativas de trabajo. Tras una temporada en Nueva York, Grav vive ahora en Los Angeles, ciudad que le encanta, donde combina sus proyectos creativos más íntimos con encargos para grandes productoras, desde videoclips a publicidad. Entre sus clientes se encuentran HBO, CBS, FX, Universal Records, Lexus, Concord Music, ANTI-Records y Ninja Tune, entre otros.
“La mayoría de los proyectos que me llegan de terceros me dan mucha libertad para investigar. Trabajar para otros tiene cosas buenas, por ejemplo, tienes un referente de calidad y de dirección. Son aspectos que me han servido para mi trabajo personal”, explicó Grav, admiradora de la forma de trabajar de Estados Unidos. “En España nadie te enseña a ganarte la vida como artista, no te dicen que nadie te va a venir a buscar. En cambio, en Estados Unidos te animan a buscar un mentor, a hacer un montón de internships…”, comentó.
Conectar con la gente y generar espacios
La otra gran diferencia, según Grav, reside en nuestro concepto del éxito: “En España, cuando a alguien le va bien, le tiramos piedras, mientras que aquí lo normal es pensar: si tiene éxito, me junto con ella y algo me caerá. Es todo un poco más falso, pero mucho mejor, ¿no?”, planteó la prometedora fotógrafa, que en 2018 estuvo presente en PhotoEspaña con la exposición Te falta tanto como yo me falto a ti. La exposición estaba compuesta por una serie de retratos manipulados con pintura, muy emocionales a simple vista, que la artista realizó durante su primer mes en Los Angeles, “un mes muy duro”, recordó. “En España ya era alguien, pero en LA era el último grano de arena”, admitió.
“Con una imaginación desbordante y un fino sentido estético Silvia ha sido capaz de crear un universo propio donde cuerpo y paisaje se funden hasta crear una simbiosis perfecta entre naturaleza y ser humano. Como resultado un espectacular y mágico escenario teñido de misterio y extrañeza”, dijeron de su obra los críticos de la plataforma Too Many Flash, especializada en fotografía contemporánea.
Muy diferentes son los retratos de la fotógrafa e influencer Marta Mas Gironès (@leentrelíneas. Con más de 41,8 mil seguidores en Instagram, Mas se define como una creadora nata, le gustan todas las artes, desde la cerámica a la pintura, pero “la fotografía es a la que le he dedicado más tiempo, porque es la única que es “interpersonal”, explicó a los organizadores de Voorpret. “Es decir, la fotografía me permite conectar con la gente, generar espacios, explicar lo que ellas generan en mí. Es un proceso artístico mucho más completo”, añadió la joven fotógrafa catalana, que además de trabajar para publicidad es autora de numerosos retratos de modelos, actores y músicos locales.
Sin esperar la aprobación inmediata
“Una cosa es hacer fotos por encargo, y otra es hacer fotos por placer”, aclaró Mas. Y es en este ámbito, cuando la relación entre fotógrafo y fotografiado se vuelve horizontal, cuando ella más disfruta de este arte: “solo en este nivel de horizontalidad puedes jugar con el modelo de igual a igual, sin ningún tipo de expectativa por alguno de los lados”, añadió la artista. Su objetivo como fotógrafa es llegar a la intimidad de sus personajes a través del retrato, mediante el que afirma buscar "algo en su forma de mirar, tal vez entenderlas, cualquier cosa más genuina que la coraza con la que nos presentamos al mundo”.
“Últimamente estoy trabajando en proyectos más a largo plazo, no publico tanto en Instagram, a pesar de que eso supone no tener la aprobación de mis seguidores”, admitió Mas. Sin embargo, admitió que huir de la necesidad de aprobación inmediata de sus seguidores es también una señal de “madurez”.
Otra fotógrafa de la generación Instagram que ha optado por el retrato íntimo, enfocándose principalmente en mujeres, es la madrileña Mara Saiz (29,6 mil seguidores en Instagram). Sainz explica en su web que su gran vocación son las personas y su herramienta para llegar hasta ellas es la fotografía.
“Me autodefino como una fotógrafa de almas”, aclaró Sainz durante la charla con Voorpret desde su apartamento madrileño. Sainz, una mujer alegre y enérgica, confesó que el confinamiento estaba siendo muy productivo a nivel creativo para ella, “ya que en este tipo de situaciones te obligan a estar 24 horas contigo mismo, y de ahí pueden salir muchas cosas”, precisó.
¿El hombre pintor, la mujer musa?
Saiz se inició en la fotografía por casualidad, cuando hace cerca de diez años su ex marido le regaló una Reflex para que hiciera fotos durante un viaje, “y a la vuelta me di cuenta que me había enganchado. Sobre todo al autorretrato”, explicó. “Me aburría hacer fotos de paisajes o objetos, necesitaba personas. Y como a mi ex no le gustaba posar delante la cámara, no me quedaba otra que quedarme conmigo”, añadió.
Empezó con desnudos, sin maquillar, buscando ángulos desconocidos de su cuerpo. “Fue duro”, admitió. A los tres meses empezó a retratar a otras mujeres y enseguida tuvo claro que era lo suyo. Dejó su trabajo como diseñadora gráfica en una empresa de eventos y se puso a hacer fotos, pasión que no ha abandonado desde hace siete años, con la satisfacción de que ahora ve como los clientes se ponen en sus manos.
“Antes de descubrir la fotografía era una mujer muy insegura: quise estudiar Filosofía, Medicina, Diseño de imagen… no encontraba mi lugar en el mundo. Hasta los 30 no encontré mi vocación”, comentó Saiz, orgullosa de haber llegado hasta aquí. Lo único que le molesta es que la hayan encasillado como retratista de mujeres. “Es cierto que empecé fotografiando mujeres. Al ser yo mujer, me era mucho más fácil. Pero también fotografío hombres”, aclaró. “El problema es que a los hombres les da un poco de miedo el retrato, suelen venir para acompañar a su mujer embarazada, hacer la portada de su disco … Los que vienen por un motivo puramente artístico son pocos”, dijo. Al preguntarse porqué, las razones históricas tienen mucho que ver: “desde siempre, el hombre ha sido pintor y la mujer, musa. A ver si cambian los papeles”, concluyó.