La obra efímera de Domènech i Montaner: un hotel modernista para 2.000 personas vendido por piezas

La obra efímera de Domènech i Montaner: un hotel modernista para 2.000 personas vendido por piezas CRÓNICA GLOBAL

Historia

La obra efímera de Domènech i Montaner: un hotel modernista para 2.000 personas vendido por piezas

Más de 400 trabajadores consiguieron levantar el edificio en menos de 85 días a finales del siglo XIX

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Quién le iba a decir a Barcelona que, siendo una de las ciudades más visitadas del mundo, dejaría pasar la oportunidad de tener un hotel con capacidad para 2.000 personas y hecho por un genio del modernismo. Un relato que pocos conocen, pero que es tan cierto como que no queda ni rastro de esta joya arquitectónica.

Este increíble alojamiento fue levantado, además, en el Moll de la Fusta de Barcelona, muy cerca del ahora turístico barrio de la Barceloneta, donde creció Loles León. Se hizo por una razón muy particular y su naturaleza efímera estuvo en su origen casi desde el inicio.

Se construyó con motivo de la Exposición Universal de 1888. En esa época el turismo no era la fuente económica principal de Barcelona, pero este evento empezaría a ayudar.

Los responsables del Ayuntamiento del momento querían algo grande, monumental, capaz de alojar a los invitados y curiosos por el acontecimiento que se iba a celebrar. Se encargó el diseño al arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner, creador del Palau de la Música, entre otros edificios.

Construcción rápida

El catalán ganó el concurso público abierto por el consistorio. Una victoria que se convirtió en reto. Ya no es que tenía que erigir un edificio de enormes dimensiones, sino que tuvo que hacerlo en tiempo récord. Las obras empezaron en diciembre de 1887 y en 53 días ya estaba casi todo en pie.

Desde que se puso la primera piedra hasta que se dio por completamente terminado pasaron solo 83 días, tres meses con un febrero. Fue todo un logro técnico que atrajo la atención de la prensa y del mundo arquitectónico de finales del siglo XIX.

Cuántos trabajadores necesitaron

Para conseguirlo fueron necesarios más de 400 obreros trabajando en turnos continuos durante las 24 horas del día. Se construyeron hasta talleres provisionales en el lugar de la obra para fabricar in situ los elementos ornamentales.

El proyecto recibió desde el principio el apoyo de la organización de la Exposición, encabezada por Francesc Rius i Taulet, entonces alcalde de Barcelona. Su intención era que el hotel proyectara una imagen moderna y cosmopolita de la ciudad. Y funcionó.

El Gran Hotel Internacional de Domènech i Montaner

El Gran Hotel Internacional de Domènech i Montaner ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Dónde estaba

Su carácter provisional no impidió que se dotara al edificio de una arquitectura elaborada que respondía a los lenguajes formales que empezaban a perfilar el modernismo. Domènech i Montaner propuso un diseño funcional, de ejecución rápida, con soluciones constructivas industriales y con una imagen que, sin renunciar a la monumentalidad, respondía al carácter pasajero del edificio.

Tenía otro valor añadido, su ubicación. Se encontraba frente al mar, entre las actuales Drassanes y la Barceloneta, en un solar de más de 5.000 metros cuadrados. Era un terreno irregular por lo que el arquitecto se las tenía que arreglar para ponerlo en firme. Lo logró con unos grandes hierros que luego harían de raíles para el tranvía.

Cuánta gente cabía

Los 83 días de trabajo casi en cadena dieron sus frutos. En menos de tres meses, el Gran Hotel Internacional fue una realidad.

Tenía una capacidad para unas 2.000 personas repartidas en 600 habitaciones, además de grandes espacios comunes como un comedor con capacidad para más de 1.000 comensales, salones de lectura, vestíbulos, oficinas y terrazas.

Cómo era el hotel

El acceso principal se situaba junto al muelle, por donde atracaban los barcos procedentes de diversos puntos del mundo. La fachada principal era de seis plantas, mientras que los laterales tenían cinco.

El edificio, de planta rectangular y con dos alas laterales, tenía una estructura principal hecha de madera y hierro, materiales que facilitaban una construcción rápida y económica. Las fachadas estaban revestidas con estuco que imitaba la piedra y decoradas con motivos geométricos y florales de inspiración modernista.

La iluminación se realizó con gas y con lámparas eléctricas, una novedad en aquel momento. Y para el mobiliario Domènech i Montaner contó con la ayuda procedente de diversos fabricantes catalanes. El resultado fue una obra de arte efímera, pero muy útil.

Durante los meses que permaneció abierto, el Gran Hotel Internacional alojó a visitantes y delegaciones oficiales llegadas de diversos países. También fue lugar de encuentro para comerciantes, empresarios y periodistas.

Famoso en todo el mundo

Su comedor, gestionado por restauradores locales, servía menús de cocina catalana y platos internacionales. La terraza con vistas al puerto se convirtió en un espacio de encuentro social, sobre todo en las tardes de verano.

La notoriedad del hotel traspasó las fronteras catalanas. Se publicaron crónicas en diarios franceses, italianos y británicos que destacaban tanto su diseño como la rapidez de su construcción. El edificio fue fotografiado desde distintos ángulos y reproducido en litografías, postales y grabados que circularon entre los visitantes y que hoy forman parte de los archivos patrimoniales de la ciudad.

Fotografía del Gran Hotel Internacional de Domènech i Montaner

Fotografía del Gran Hotel Internacional de Domènech i Montaner AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Rescate fallido y derribo

Pese al impacto que tuvo durante la exposición, el edificio fue derribado poco después de finalizar el evento. Se intentó conservar de alguna manera, incluso se pensó en el traslado, pero ninguna propuesta prosperó.

Poco más de un año después de su construcción, el Gran Hotel Internacional de Domènech i Montaner fue completamente desmontado y vendido como madera y material reutilizable. No quedó rastro físico del que fue, durante un breve tiempo, el hotel más grande de Barcelona.

El hotel que sí se mantiene en pie

En la actualidad, ningún vestigio material permanece en el lugar que ocupó. La zona portuaria fue transformada a lo largo del siglo XX y especialmente remodelada con los Juegos Olímpicos de 1992. Sin embargo, sí queda en la ciudad un hotel de Domènech i Montaner, aunque este no fue concebido como tal.

Desde hace décadas, la Casa Fuster, diseñada por el arquitecto modernista, es un hotel de gran lujo. Un monumento salido de la mente de este artista catalán que, esta vez, fue concebido como vivienda y que, al contrario que el Gran Hotel Internacional, sobrevivió a la especulación inmobiliaria y que, ahora, curiosamente, tiene las mismas funciones que ese extinto alojamiento de 1888.