Así es el edificio modernista más polémico

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Así es el edificio modernista más polémico de Cataluña: "Diseñado por un arquitecto con más imaginación que sentido común"

Una enorme claraboya multicolor cae sobre el patio de butacas como si fuera una lágrima

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El modernismo es el movimiento estrella de Cataluña. Millones de turistas vienen cada aña atraídos por los edificios de Gaudí y otros arquitectos de esta corriente artística. Pero no siempre fue así.

Las exuberantes formas de los edificios, la mezcla de elementos, el trencadís y otras técnicas adoptadas por los arquitectos modernistas fueron muy criticadas en su día. Bueno, incluso hoy día hay gente que no le ve mucha gracia.

Una de estas construcciones que ha acumulado más polémicas en los últimos años no ha sido una construcción de Gaudí sino de Domènech i Montaner. Si bien sus formas no parecen muy extravagantes de entrada, la claraboya interior causa sentimientos encontrados.

El propio escritor irlandés, Colm Tóibín, que vivió un tiempo en Barcelona llegó a expresar su estupor ante tamaña construcción. En su libro de Homenaje a Cataluña, llegó a describirlo como “un edificio de ensueño que parece financiado por un rey loco y diseñado por un arquitecto con más imaginación que sentido común”. ¿Es para tanto?

Quién está detrás

Para muchos, el Palau no parece construido, sino surgido de una alucinación. Encargado por el Orfeó Català a principios del siglo XX, e inaugurado en 1908, Domènech i Montaner erigió este templo de la música en apenas tres años. 

Desde el principio se planteó como un templo civil para la música y la cultura catalana. Pero a diferencia de otras salas de conciertos más sobrias, el Palau se entrega por completo a la teatralidad.

Dónde está

Por fuera ya anticipa lo que aguarda dentro: mosaicos, columnas de cerámica con relieves florales, esculturas monumentales y cristaleras que reptan por la fachada como si fueran líquidas. 

El edificio se inserta en un chaflán estrecho del barrio de la Ribera, pero Domènech no dejó que el espacio condicionara su exuberancia. Sólo por dar un apunte: el grupo escultórico de La cançó popular catalana, obra de Miquel Blay, ocupa la esquina del edificio y muestra la fusión simbólica de pueblo y música. 

Exterior del Palau de la Música

Exterior del Palau de la Música

Un interior con luz propia

Ya en su interior, la sala de conciertos, que puede albergar hasta a 2.000 personas, es uno de los auditorios de la ciudad con mejor acústica de la ciudad, pero sin duda, es también uno de los mejor iluminados del mundo.

Una enorme claraboya multicolor, obra de Antoni Rigalt y Jeroni Granell, que cae sobre el patio de butacas como si fuera una lágrima, deja caer la luz natural sobre los espectadores. Ya solo por el espectáculo cromático que ofrece este lucernario central ya merece la pena una visita.

Un espectáculo de música y luz

Esta gran vidriera eclipsa otras partes del edificio. Las paredes también merecen atención. Están decoradas con esculturas, relieves y mosaicos de musas que parecen emerger del muro. Algunas tocan instrumentos; otras simplemente observan, como testigos de cada concierto.

El escenario también está cuidadosamente dramatizado. A un lado, un busto de Beethoven coronado por una bandada de valquirias en pleno vuelo; al otro, la figura de Anselm Clavé, rodeado de cantores populares catalanes. Entre ambos mundos —el germánico y el mediterráneo— se alza el majestuoso órgano Walcker, de tubos metálicos que presiden la sala como una catedral acústica. 

Del pasado al presente

Cada rincón del Palau parece contar algo, también historias muy oscuras. La imagen de este templo modernista se vio empañada más allá de las críticas a su arquitectura por la corrupción política.

En 2009 estalló el conocido caso Millet, uno de los mayores escándalos de corrupción cultural en España. Fèlix Millet, presidente de la Fundació Orfeó Català–Palau de la Música, fue acusado de desviar más de 23 millones de euros de fondos públicos y privados destinados al mantenimiento y promoción del edificio. 

Imagen de archivo del Palau de la Música de Barcelona, visto desde el escenario

Imagen de archivo del Palau de la Música de Barcelona, visto desde el escenario Josep Renalias (CC-BY-SA-3.0)

Corrupción política

El dinero se utilizó para gastos personales, reformas en sus mansiones, y presuntos pagos irregulares al partido Convergència Democràtica de Catalunya. La imagen del Palau, asociada hasta entonces al refinamiento artístico, quedó teñida por la codicia. 

El juicio, que duró casi una década, acabó con Millet condenado a 9 años y 8 meses de prisión; su mano derecha, Jordi Montull, a 7 años y medio. El escándalo salpicó a políticos, empresarios y familiares. 

Cómo sobrevivir al golpe

La fundación ha logrado recuperar más de 12 millones, e incluso ha adquirido la mansión de Millet para subastarla en busca de indemnización. A día de hoy, las hijas del exdirectivo siguen siendo investigadas por ocultación de rentas con el objetivo de evitar compensar económicamente al Palau.

Por suerte, este episodio de corrupción no ha erosionado el atractivo del edificio, ni de la música que allí dentro se ofrece. Y es que una obra como esta no puede verse manchada por la corrupción política.

Un patrimonio de la Humanidad

Se ha de tener en cuenta que el Palau de la Música fue el primer edificio en España en incorporar una base metálica para liberar los muros de carga. Gracias a esto, Domènech pudo abrir los laterales con cristaleras y llenar el edificio de luz. Su construcción supuso además un ejercicio de colaboración entre artesanos, escultores, ceramistas y vidrieros. Una obra colectiva que ha sido redonocida a lo largo de los años.

En 1997 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en reconocimiento tanto a su valor artístico como a su papel cultural. Asimismo, sigue siendo una de las visitas más populares de Barcelona, con una programación internacional de conciertos que va del jazz al barroco, pasando por la música coral, el flamenco y el piano contemporáneo. Será una obra propia de “un rey loco”, pero si ha de ser para esto, bienvenida su locura.