Este juego famoso en todo el mundo es un invento surgido en Cataluña

Este juego famoso en todo el mundo es un invento surgido en Cataluña CRÓNICA GLOBAL

Historia

No lo sabías: este juego famoso en todo el mundo es un invento surgido en Cataluña

Este juguete ha adquirido tal fama que ya existen más de 40 federaciones internacionales a su alrededor

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Los juegos parecen estar en peligro de extinción. Más allá de los muñecos y muñecas de los primeros años de vida, la tecnología ha acabado con muchos juegos de mesa de toda la vida. Sobreviven, pero su fama va en receso.

Son pocos los niños a los que se ven jugando al parchís, juego de la oca e incluso montando un puzzle. En cambio, hay uno que no es de mesa, pero sí sobrevive. Se juega más en la adolescencia e incluso entre jóvenes adultos. 

Se trata de una práctica que, aunque muy pocos sepan, tiene conexión con Cataluña, pero también con el Reino Unido e incluso Galicia. Y lo mejor de todo, tiene fama internacional. ¿El Uno? No, el futbolín.

Este entretenido juego que ha llegado a casi todo Europa, América y buena parte de Asia, tiene una particular raíz catalana y una historia que bien merece ser contada. Y es que sus orígenes son tan diversos como sus reglas en distintas partes del mundo. 

Primeros diseños

El fútbol ya era un deporte muy conocido y extendido a finales del siglo XIX. El problema es que no todos lo podían jugar. Requiere de un campo o un espacio amplio para jugar. Así que se intentó trasladar el juego a una mesa. 

Francia, Alemania y España fueron algunos de los primeros países en presentar sus propios modelos entre 1880 y 1890, aunque ninguno logró una gran difusión. El primero en lograr algo de notoriedad fue un suizo llamado Knicker quien, a principios del siglo XX, diseñó un futbolín que se popularizó en Europa del Este. 

El futbolín en España 

Más tarde, en la década de 1930, Lucien Rosemarie, un trabajador de la fábrica Citroën, diseñó un modelo artesanal para divertir a sus nietos. Pero ya antes, en 1923, en el Reino Unido se patentó la idea de Harold Searler Thorton, quien viendo una caja de cerillas, pensó en montar un campo parecido hecho de madera.

Sin embargo, sería en España donde este juego adquiriría una nueva forma y una estructura más definida. La historia, por eso, no es del todo bonita, ya que está ligada a la guerra.

Jugadores de un futbolín

Jugadores de un futbolín CANVA

Un invento de guerra

El poeta, editor e inventor, Alejandro Campos Ramírez, más conocido como Alejandro Finisterre por haber nacido en la ciudad gallega, fue el primero en patentar de verdad esta genialidad que ahora se llama futbolín (metegol, en Argentina).

La idea, por eso, se le ocurrió en extrañas circunstancias. Este español resultó herido de gravedad durante un bombardeo, en plena Guerra Civil. Tuvo que ser trasladado e ingresado en el Hospital de Montserrat de Madrid y allí, empezó a armar un proyecto en su cabeza.

Los niños que inspiraron el juego

Tuvo una gran ayuda. Rodeado de niños también heridos que ya no podían jugar al fútbol en un campo, comenzó a gestar la idea de un "fútbol de mesa". Inspirado por ping-pong, el tenis de mesa, Finisterre imaginó un juego que permitiera recrear un partido de fútbol sin necesidad de correr, sin esfuerzo físico, pero con la misma pasión. 

Para materializar su idea, encargó a su amigo Francisco Javier Altuna, un carpintero, la construcción del primer modelo de futbolín según sus indicaciones. Y para muchos la pregunta es ¿y qué tiene que ver todo esto con Cataluña?

Patentado en Cataluña

Bien, casi 14 años después del invento del británico, en 1937, Finisterre patentó el invento en Barcelona, consolidando así el nacimiento del futbolín moderno en Cataluña. Claro que había un problema en marcha: la guerra.

La industria estaba volcada en el esfuerzo bélico, fabricando armamento, y las posibilidades de producción eran mínimas, por lo que nunca se pudo montar un futbolín como tal. Poco después, Finisterre se exilió a Francia, y en medio de una tormenta perdió los documentos originales de la patente. 

Un futbolín

Un futbolín CANVA

Expansión en Latinoamérica

Pese a las adversidades, Finisterre no abandonó su invento. Se instaló primero en Ecuador, donde fundó una revista literaria, y más tarde en Guatemala, país en el que introdujo mejoras técnicas a su futbolín, como la incorporación de barras de acero, más resistentes y funcionales. 

Este viaje y estas mejoras hicieron posible que el juego se expandiera también por América Latina. Lo que no pudo imaginar es que, cuando regresara a España, en los 60, vería que el futbolín se había extendido por toda la península. Un fabricante valenciano lo había empezado a producir en serie, distribuyéndolo por todo el país.

Llegada a Estados Unidos

Se habían olvidado de él, pero el juego triunfó. Peor suerte corrió la patente de Harold Searler Thornton, exportada a Estados Unidos en 1925 por su tío Louis P. Thornton. Sus versiones nunca cuajaron, como sí lo hizo la de Finisterre.

Gracias también al objetivo humanitario, reeducar a niños y jóvenes heridos para que pudieran seguir jugando, el futbolín se implantó rápidamente en Europa y Estados Unidos.

Un juego de éxito

Con la Segunda Guerra Mundial, el juego acabó implantándose en bases militares estadounidenses, y de allí pasó a formar parte de la cultura popular en muchas partes del mundo. 

A partir de los años 50 y 60, comenzaron a organizarse torneos y competiciones entre jugadores de diferentes países, y ya, en 2002, se dio un paso clave en la profesionalización del futbolín. Hoy en día, más de 44 países cuentan con federaciones o asociaciones nacionales. En cambio, nadie recuerda quién inventó el juego.