Tejados de las casas del Park Güell de Gaudí

Tejados de las casas del Park Güell de Gaudí CANVA

Historia

La desconocida pasión de Gaudí que se esconde en el Park Güell: un guiño que pasa desapercibido

El arquitecto de Reus rindió un pequeño homenaje a uno de sus mayores vicios

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De Gaudí corren innumerables leyendas. Lo acusan de masón, de ateo, de amigo de las clases altas, de venderse a la Iglesia, de tomar LSD… En definitiva, leyendas que no hacen más que ensalzar y adornar aún más la figura de este genio modernista.

Su arte, tan personal como único, es un reflejo de su voluntad de integrar la arquitectura y la naturaleza, pero también sus pequeñas obsesiones. La Sagrada Familia es un claro ejemplo de ello. Allí se encuentran desde números a dos figuras tentadas por el demonio, una lleva una bomba en la mano, la otra muestra a una mujer cogiendo una bolsa con dinero.

¿LSD?

El Park Güell también esconde secretos muy parecidos. Entre ellos destaca la exposición pública de uno de los mayores vicios de Gaudí. Y no, no tiene nada que ver con el LSD.

Varios historiadores, a la hora de hablar de todas las leyendas que circulan sobre el arquitecto de Reus recuerdan que, si se puede decir que el catalán tenía una adicción no era a una droga, sino al café.

Una obsesión en el Park Güell

Más allá de relatos de gente conocida e historiadores, uno puede pensar que esto es circunstancial o una anécdota para hablar de forma distinta de Gaudí: aportar algo que suene personal. Claro, que en realidad, no lo es tanto.

La obsesión del catalán por el café es tal que no dudó en meterlo en una de sus obras más conocidas, el Park Güell

Una piña hecha de tazas

El parque, que es conocido por el lagarto de colores hecho de trencadís y la Sala Hipólita con sus columnas, tiene un rincón dedicado al café. Bueno, a cómo se toma. Claro que, a simple vista, uno solo puede ver una piña.

Si uno observa con detenimiento la famosa casa del guarda que da la bienvenida al parque, puede ver que, en su parte más alta, se eleva una especie de torre con una especie de piña que la corona. Pues bien, amante del café como era y del trencadís, esta forma de la naturaleza está hecha de tazas de café.

Imagen de la escalinata del Park Güell de Barcelona

Imagen de la escalinata del Park Güell de Barcelona EUROPA PRESS

El arquitecto tenía que hacer algo con esas tazas que lo acompañaban siempre en sus momentos de creación. Trabajador incansable, se pasaba horas tomando esa bebida que le ayudaba a mantenerse despierto. A veces, hasta demasiado tarde.

Así, e igual que en La Pedrera hay una chimenea con restos de botella de cava, la Casa del Guarda del Park Güell tiene tazas de café. ¿Por qué no se ve a simple vista? Porque están puestas boca abajo. Algo tan increíble como cierto.

El otro secreto de las casas del parque

Detalles como estos no hacen otra cosa que demostrar que los genios están hechos de otra pasta, que son capaces de elevar la anécdota a categoría de arte y un capricho a la excelencia arquitectónica. Y esta no es la única que se encuentra en este parque,

La misma Casa del guarda, junto a la casa que está frente a ella, también tienen una historia particular. El de Reus se inspiró en un famoso cuento de los hermanos Grimm para dar forma a estas pequeñas y originales construcciones. Si alguien ha leído la obra de estos alemanes y se acerca al parque, tal vez les son familiar.

Un cuento en el Park Güell

La obra de Gaudí parece inspirarse en una narración infantil, recreando un escenario de fantasía que conecta con el imaginario colectivo de la infancia. En concreto, estos edificios de entrada recuerdan a las descripciones de la casa de dulces de Hansel y Gretel. Pero, ¿por qué? 

Hay una historia detrás. El cuento de los hermanos Grimm no solo era conocido en Barcelona como una historia infantil, sino que también fue llevado a escena en el Liceu en 1901, justo cuando Gaudí comenzaba a trabajar en el Park Güell.

Inspiración en la ópera

La ópera, escrita por Engelbert Humperdinck y traducida al catalán por Joan Maragall, se presentó en un montaje que, según las críticas de la época, no cumplió con las expectativas de los barceloneses. El decorado, diseñado por Mauricio Vilumara, fue criticado por no capturar la esencia de la casa de dulces del cuento, lo que dejó a muchos asistentes decepcionados.

Sin embargo, Gaudí supo plasmar esa magia perdida en su obra. Los pabellones del Park Güell, con sus formas ondulantes y colores vivos, parecen recrear la casa de la bruja que tanto anhelaban los espectadores del Liceu. Es fácil imaginar que estos edificios, con sus tejados que parecen caramelos y setas gigantes, son una reinterpretación de aquel cuento, un homenaje al mundo de la infancia y a la fantasía. Y si encima se le añade el toque de las tazas de café no hacen otra cosa que evidenciar la genialidad de Gaudí que supo hacer arte de sus propias obsesiones.