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Gaudí no necesita muchas presentaciones. No hace falta ni decir su nombre ni citar sus obras. El catalán, gracias a su manera de concebir la arquitectura dejó un basto y modernista legado que, casi un siglo después de su muerte, no sólo atrae a millones de turistas a Barcelona y otros rincones de España para ver su obra, sino que también lo hacen objeto de estudio.

La Pedrera, el Park Güell, la Casa Batlló y la Sagrada Familia son las obras más conocidas, pero Bellesguard, la Casa Vicens o la Colonia Güell tampoco pasan desapercibidas, como sí lo hacen otras como la Casa Calvet, Catllaràs o los Jardines de Artigas.

Gaudí, antes de Güell

Para muchas de estas construcciones, además, Gaudí necesitó ayuda, mecenas que compartieran esa visión que desafiaba y desafía los cánones de la época. Prueba de ello es que proyectos iniciales como la Cooperativa Obrera Mataronense, que si bien fue auspiciada por estos obreros, se quedó incompleta. Tendría que pasar un poco más de tiempo, aunque tampoco tanto, para que Gaudí despuntara cobijado por uno de los apellidos más nobles de la burguesía catalana, los Güell.

El arquitecto llegó al famoso Eusebi Güell poco después de llevar a cabo esta construcción en Mataró. De hecho, una obra creada ese mismo año, en 1878, fue el que conectó a esta pareja que tanto ha dado a Barcelona y Cataluña.

Una obra para una tienda

Un todavía recién graduado Gaudí, salido de la Escuela de la Llotja y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, empezó a recibir unos primeros encargos. Uno de ellos, desconocido y desaparecido, fue considerada la primera obra significativa del arquitecto y un hito que marcó el inicio de su exitosa carrera.

Se trataba de una vitrina. Sí, Esteban Comella, propietario de una guantería ubicada en el número 5 de la calle de Avinyó de Barcelona, encargó al incipiente genio una vitrina fue para exhibir una selección de guantes de su tienda. 

Expo París 1878

El diseño de la vitrina se llevó a cabo en el taller de Eudald Puntí, un reconocido colaborador de Gaudí en sus primeros años. De allí salió esta pieza que presentaba un basamento de madera, una cubierta metálica decorada con motivos vegetales y seis paneles de vidrio que permitían una visión de 360 grados de los guantes expuestos. 

Esta estructura no solo cumplía con la función de exhibición, sino que también destacaba por su elegancia y diseño innovador. Tan fue así que fue presentada en la Exposición Universal de París de 1878, evento en el que obtuvo la medalla de plata en la exposición.

Cómo era la vitrina

El impacto que tuvo la vitrina en el mundo del diseño se puede observar a través de un grabado realizado por el artista Josep Lluís Pellicer Fenyé, que ilustra un artículo de Eusebio Martínez de Velasco publicado en la revista La Ilustración Española y Americana en septiembre de 1878. 

Asimismo en el libro El gran Gaudí, de Joan Bassegoda Nonell, el autor describe la vitrina como un objeto montado sobre una tarima de parquet de madera de diferentes tonos, con un diseño que incluía molduras sencillas y cuartos de círculo metálicos en las esquinas que sostenían una barandilla de hierro. Este nivel de detalle en el diseño enfatiza la meticulosidad con la que Gaudí abordó el proyecto.

Boceto de la Vitrina Comella de Gaudí MUSEU DE REUS

El interés de Eusebi Güell

Pero eso vino mucho después. Su primer premio internacional fue fundamental, ya que permitió al joven arquitecto ganar visibilidad en el mundo del diseño y la arquitectura. Claro que hubo otro factor.

Eusebi Güell estivo ese año en la Exposición Universal. Al ver la vitrina en la exposición, Güell se sintió intrigado por la obra y, al regresar a Barcelona, buscó se fue a la tienda de Comella. Allí, le preguntó por el hacedor de la vitrina que ya lucía en la guantería y lo envió al taller de Puntí, que lo derivó a Gaudí. Este encuentro resultó en una colaboración que transformaría el paisaje arquitectónico de Barcelona y dejaría una marca indeleble en la historia del modernismo.

Dónde ver más

La conexión entre Gaudí y Güell se tradujo en una serie de encargos arquitectónicos de gran envergadura, que incluyeron unas bodegas Güell, un palacio, un parque Güell y hasta una colonia industrial. Construcciones que hoy se han convertido en auténticos monumentos, cuando no obras de arte.

Lo que está claro es que todo empezó con una vitrina, la famosa vitrina Comella. El problema es que no ha llegado integra hasta hoy. Lo único que se conserva en el Museo de Reus, son unos sencillos bocetos de cómo quería que fuera aquella delicada vitrina que llegaría a exponerse en 1878 en la exposición de París. Se trata de unos pequeños trazados en el reverso de una de las tarjetas de visita del arquitecto, donde se puede apreciar también el croquis que el arquitecto elaboró para esta obra.