El modernismo catalán es uno de los movimientos arquitectónicos más influyentes y admirados de la historia, con Antoni Gaudí como su figura más representativa. Este estilo, que floreció a finales del siglo XIX y principios del XX, transformó el paisaje urbano de Cataluña, dejando un legado que sigue fascinando a locales y turistas por igual.

Gaudí, con obras maestras como la Sagrada Familia, La Pedrera y el Park Güell, rompió con los moldes tradicionales y llevó el modernismo a un nivel de creatividad sin precedentes. Su capacidad para fusionar naturaleza, arte y arquitectura hizo que su nombre quedara asociado para siempre con la excelencia en este estilo.

Más allá de Gaudí

Sin embargo, Gaudí no fue el único. Otros grandes arquitectos de la época, como Lluís Domènech i Montaner y Josep Puig i Cadafalch, también dejaron una huella imborrable en la arquitectura catalana. Domènech i Montaner, con joyas como el Palau de la Música Catalana y el Hospital de Sant Pau, destacó por su capacidad de integrar elementos decorativos exuberantes con estructuras funcionales. Puig i Cadafalch, por su parte, fue el creador de edificios como la Casa Amatller y la Casa de les Punxes, ejemplos perfectos de cómo el modernismo podía combinarse con toques medievalistas.

Fachada de uno de los edificios más feos de España

Dentro de este grupo selecto de arquitectos, también figura Josep Maria Jujol, uno de los discípulos más aventajados de Gaudí. Colaboró estrechamente con él en proyectos como el Park Güell y la Casa Batlló, pero también dejó su propia marca en obras como Can Negre y la Torre de la Creu en Sant Joan Despí. Jujol, con su estilo experimental y atrevido, llevó el modernismo a nuevos territorios, fusionando elementos populares con la sofisticación modernista.

Intentos fallidos

Sin embargo, no todos los intentos de emular el modernismo han tenido el mismo éxito. Aunque este estilo dejó una escuela de seguidores, algunas de sus imitaciones han resultado ser auténticos fracasos. Un ejemplo claro es la Asamblea Regional de Murcia, obra del arquitecto Rafael Braquehais. Inspirado por los edificios más emblemáticos de Gaudí, como la Casa Batlló o La Pedrera, Braquehais intentó crear una obra que estuviera a la altura del modernismo catalán, pero el resultado fue muy diferente al esperado.

El edificio, situado en la avenida Alfonso XIII de Cartagena (Murcia), es considerado uno de los más feos de España. La fachada, adornada con una escultura alegórica y decorada con azulejos y zonas acristaladas, no logra transmitir la esencia del modernismo gaudiniano. A pesar de los esfuerzos por dotar al interior de un ambiente grandioso, con una ostentosa escalera de mármol y mosaicos marinos, la sensación general es que el edificio falla en captar la esencia de su inspiración.

Un sueño (in)cumplido

Rafael Braquehais, nacido en Cartagena, había soñado con dejar una marca duradera en su ciudad natal. Su formación en Murcia y Madrid le dio las herramientas necesarias para acometer proyectos importantes en diferentes ciudades de España, pero fue su nombramiento como Arquitecto Municipal de Cartagena en 1970 lo que le permitió embarcarse en su obra más ambiciosa: la Asamblea Regional de Murcia. Sin embargo, su homenaje al modernismo, lejos de ser una obra maestra, se convirtió en un ejemplo de cómo la imitación sin una visión clara puede llevar al desastre.

La prensa especializada fue particularmente crítica con el edificio. Los críticos destacan que, aunque Braquehais intentó emular a Gaudí, carecía de la capacidad para reinterpretar el modernismo de manera original. Su uso excesivo de mosaicos y formas curvas, en lugar de crear armonía, generó una sensación de confusión visual que no ha sido bien recibida por los expertos ni por el público. La fachada, en particular, ha sido objeto de numerosas burlas, ya que muchos la consideran un intento fallido de imitar las sinuosas formas de La Pedrera.

El interior del edificio tampoco ha logrado redimir su percepción general. Aunque se intentó dotar de majestuosidad al hemiciclo con elementos neoclásicos y naturalistas, el resultado fue un espacio que no consigue transmitir la solemnidad que debería caracterizar a una institución parlamentaria. Los vestíbulos, revestidos de estucados de cal al fuego, y los mosaicos que intentan evocar la conexión de Murcia con el mar, tampoco han logrado el impacto deseado.

Del éxito al fracaso

Para Braquehais, este proyecto representaba el sueño de su vida, pero las críticas fueron demasiado para él. Desencantado por la recepción negativa, el arquitecto abandonó finalmente Cartagena y se retiró a Asturias, donde vive alejado del mundo de la arquitectura. A pesar de haber trabajado en otros proyectos notables, su nombre ha quedado tristemente asociado con la Asamblea Regional de Murcia, un edificio que, a pesar de sus buenas intenciones, nunca logró el reconocimiento que su creador deseaba.

A pesar de todo, la Asamblea Regional de Murcia sí tiene cierto valor: es un recordatorio de que, en arquitectura, la imitación sin alma, sin un toque propio, puede llevar al fracaso. Mientras que grandes arquitectos como Gaudí, Domènech i Montaner y Jujol lograron crear obras que han perdurado en el tiempo como ejemplos de belleza y originalidad, otros, como Braquehais, no pudieron alcanzar ese nivel, demostrando que el modernismo, como cualquier estilo artístico, no es fácil de emular.

Noticias relacionadas