Tal vez ahora que ha pasado el boom de la serie autobiográfica de este diseñador es el momento de hablar sobre él. Tras la firma Balenciaga, que viste desde Kim Kardashian a Isabelle Huppert, se esconde un hombre que llevaba este apellido y sobre el que pesa una historia siempre asociada al franquismo.
Dicen los conocedores de Cristóbal Balenciaga que el vasco tenía muy buena relación con la familia del dictador. No se sabe si directamente con Franco, pero sí con su esposa, Carmen Polo, y otros miembros de la saga. No en vano, diseño el vestido de bodas de Carmen Martínez Bordiu. Pero su historia no fue tan fácil.
Es de sobras conocido que este figura de la moda nacida en Guetaria (Guipúzcoa) creció en el seno de una familia católica. Muy católica. Él trató de hacer su vida, pero hay historias que pesan y la tradición es una de ellas.
Es por eso que, cuando estalló la Guerra Civil y ante la quema de iglesias de algunos anarquistas en los años previos, el vasco eligió el bando que acabaría venciendo. Antes, en cambio, tuvo que esconderse de las fuerzas republicanas.
La historia de Balenciaga
Balenciaga ya era conocido en 1936. De hecho, en 1919 abrió su primera tienda en San Sebastián, pero sus diseños triunfaron tanto que se expandió a Madrid y un año antes del golpe de Estado abrió su primer taller en Barcelona. Fue en el número 10 de la calle Santa Teresa, en los límites del barrio de Gracia. Allí estuvo durante 33 años.
En medio, llegó la guerra. Él era un reconocido católico, ya reconocido. Era una figura pública y, por tanto, un blanco fácil para que los antifranquistas fueran a por él. Al menos, eso es lo que se le pasó por la cabeza. La prueba más clara es que no dudó en esconderse durante una temporada.
Dónde se escondió
Vale decir que no es que Balenciaga estuviera en un búnker sin salir de casa en ningún momento, pero sí cuentan que si se guardaba mucho de salir de lo alto de un estanco. Al menos, eso cuentan algunos vecinos de Xerta.
Allí, en esta pequeña localidad de Tarragona, el vasco pensó que podía vivir tranquilo y pasar desapercibido de las tropas republicanas. Vivir una vida de perfil bajo y esperar a que todo pasara. Funcionó.
Son muy pocos los que conocen esta historia. Es más, si uno pregunta, algunos vecinos no saben nada de ellos. No hay ninguna placa, ningún artículo que hable de eso. Sólo algunos cercanos del estanco de la época lo afirman.
Las razones por las que decidió quedarse en Xerta ya son menos conocidas. Tal vez, en alguno de sus viajes al atelier de Barcelona y de regreso a su casa le pillara la batalla de Ebro. El hecho es que pasó varios días allí escondido. La gente sabía que allí había unos franquistas. Poco más.
Qué tiene Xerta
Más allá de la anécdota y de que se sea fan de los diseños de Balenciaga, Xerta es un pequeño pueblo que bien merece una visita. A orillas del majestuoso río Ebro, esta localidad alberga uno de los conjuntos patrimoniales más interesantes de la región, destacando sobre todo su rico legado histórico.
Más allá de la presa de L’Assut, iniciada en época islámica y finalizada en 1411 bajo la dirección de Mussà Alamí, unos metros más allá se encuentra el molino del siglo XVI, una de las pocas edificaciones industriales renacentistas que aún se conservan en Cataluña. Construido en 1575 por la ciudad de Tortosa, este molino aprovechaba la fuerza del salto de agua de L’Assut para moler trigo, utilizando un innovador sistema de remolino que movía sus potentes muelas.
Más allá de la guerra
Estos monumentos, junto con la iglesia de la Asunción y Sant Martí, fundada en 1325 y conocida por su capilla barroca y su campanario neorrománico, reflejan la rica herencia histórica de Xerta. Perro en el casco histórico hay mucho más. El núcleo urbano de Xerta está salpicado de elegantes casas señoriales construidas entre los siglos XVII y XIX por la burguesía local, como la Casa Ceremines, la Casa Ravanals, y la Villa Retiro, esta última reconvertida hoy en un lujoso hotel.
Aunque si uno es amante de la historia de la Guerra Civil y le interesa saber algo más de ese momento en que Balenciaga, puede visitar todavía las trincheras del Barranco de los Fornets, un sistema de fortificaciones construido por voluntarios italianos durante ese periodo. Por último, un paseo por el río Ebro ofrece a los visitantes un lugar privilegiado para disfrutar de la belleza natural del entorno, incluso hay un embarcadero que invita a explorar el río en pequeñas embarcaciones.
Cómo llegar
Para llegar a Xerta desde Barcelona en coche, se debe tener paciencia, porque el viaje dura aproximadamente dos horas. Se debe tomar la autopista AP-7 en dirección a Tarragona y continuar hacia el sur. Tras aproximadamente 150 kilómetros, se toma la salida 40 hacia Tortosa/L'Aldea, una vez pasado el peaje.
Desde allí, se sigue por la carretera C-42 en dirección a Tortosa y, posteriormente, se conecta con la C-12, conocida como Eix de l'Ebre, en dirección a Móra d'Ebre. Xerta se encuentra a unos 12 kilómetros al noroeste de Tortosa, en un trayecto que recorre paisajes fluviales y zonas de huerta típicas del Baix Ebre.