Calçots

Calçots CANVA

Gastronomía

Esta es la manera correcta de comer calçots: "Es fundamental aprender a quitar la capa exterior"

La forma de disfrutarlos es casi un ritual que realza su sabor y hace del encuentro, con amigos o familiares, un momento especial

Otras noticias: El mejor restaurante de Lleida para comer el trinxat de la Cerdanya: ambiente rústico, relajado y familiar

Leer en Catalán
Publicada

Noticias relacionadas

El calçot tiene sus raíces en Cataluña, donde su cultivo se ha practicado durante siglos. Esta variedad de cebolla se ha transformado en un plato tradicional que reunió a familiares y amigos en torno a la mesa, especialmente, durante la temporada de calçotadas.

La comarca del Alt Camp es reconocida como la cuna del calçot. Su clima y su suelo generan las condiciones ideales para el cultivo de esta cebolla, llevándola a conseguir una gran popularidad. Aquí nació la tradición de asarlos a la brasa, creando un ambiente festivo que perdura hasta hoy.

La temporada se extiende, oficialmente, de noviembre a abril, según el Consell Regulador de la Denominació d’Origen Protegida Calçot de Valls, organismo que certifica su cultivo. Durante los meses de entre enero y marzo, los campos del Alt Camp y la comarca de Valls, en Tarragona, alcanzan su máxima producción, ofreciendo calçots dulces, tiernos y con la textura perfecta para asar a la llama viva.

Cómo comer calçots

Comer calçots es una experiencia que combina tradición y técnica. La forma de disfrutarlos es casi un ritual que realza su sabor y hace del encuentro un momento especial. El uso del babero es esencial. Se recomienda cubrirse para evitar manchas, especialmente, con la salsa romesco. Esto es parte del disfrute de la calçotada. La utilización de las manos también es importante, ya que permite una conexión más directa con el alimento.

Al comer, es fundamental aprender a quitar la capa exterior. Se toma el calçot por la parte de abajo y se hace un movimiento suave hacia arriba. Esto asegura que se conserve la parte comestible y se pueda disfrutar plenamente.

Para saborear cada bocado del alimento, se recomienda mojarlo en salsa romesco. La combinación de sabores es deliciosa y realza la experiencia. Es ideal degustarlo con calma, apreciando tanto su textura como su sabor ahumado.

Manojo de calçots

Manojo de calçots CANVA

Propiedades de los calçots

El calçot presenta una composición nutricional similar a otros miembros de la familia de las cebollas. Según un estudio científico publicado en el Journal of the Science of Food and Agriculture, en su estado crudo estos brotes muestran niveles moderados de proteína y fibra, y un contenido mayor de agua, lo que reduce su densidad calórica.
Por ejemplo, otras fuentes que recopilan tablas de alimentos indican que, por cada 100 g, el calçot aporta alrededor de 38 kcal, aproximadamente: 8,6 g de carbohidratos, 1,16 g de proteína y 0,2 g de grasa; junto con minerales como potasio, calcio, fósforo y vitamina C.

En cuanto a sus beneficios funcionales, aportan compuestos azufrados -característicos de la familia Allium- y flavonoides que ejercen actividad antioxidante, antiinflamatoria y potencialmente antibacteriana.

Además, se ha observado que aunque el contenido de flavonoides y fenoles totales disminuye, significativamente, con la cocción. Todo ello hace que el calçot sea un vegetal de temporada muy interesante tanto gastronómica como nutricionalmente.

¿Por qué gustan tanto los calçots?

Los calçots gustan tanto porque reúnen tres elementos irresistibles: sabor, tradición y experiencia compartida. No son solo un alimento, sino un ritual que marca la llegada del invierno en Cataluña. Más allá del sabor, triunfan porque representan una experiencia social y cultural.

Comerlos implica reunirse al aire libre, en grupo, vestidos con baberos, manchándose las manos y riendo mientras se mojan en la salsa romesco o salvitxada. Esta combinación de fuego, amistad y comida sencilla, pero deliciosa convierte la calçotada en una celebración popular, profundamente, arraigada a la identidad catalana. En palabras de muchos chefs y gastrónomos, los calçots gustan tanto porque condensan el espíritu mediterráneo: el placer de compartir, la sencillez del producto y el respeto por la temporada.