Los postres son auténticas joyas culinarias que deleitan nuestros sentidos y nos transportan a un mundo de placer gastronómico. Desde los más clásicos hasta las creaciones más innovadoras, cada postre es una obra de arte que combina sabores, texturas y aromas de manera armoniosa y deliciosa.
Satisfacen nuestros antojos más dulces y desde el primer bocado, nos envuelven en una experiencia sensorial única; despertando así nuestras papilas gustativas y haciendo que cada momento sea especial. Uno de estos postres es el manjar blanco, ¡vamos a descubrirlo!
¿Qué es el manjar blanco?
El manjar blanco es un postre de crema de almendras, típico del Baix Camp, de las Tierras del Ebro, de Alguer y de Baleares, pero sobre todo de Reus.
Se elabora principalmente con almendra, azúcar, piel de limón, canela y almidón de maíz o de arroz -en el Tarragonés acostumbra a usarse habitualmente el almidón de arroz, mientras que en las Baleares suele ser almidón-.
En Reus se trituraran las almendras con agua, se dejan reposar y se cuela el líquido obtenido para que surja una leche de almendras que será la que se aromatice con canela y piel de limón, se azucare y se espese con almidón de arroz. ¡Fácil!
Origen del manjar blanco
La receta del manjar blanco se remonta a la Edad Media tal y como apunta El Libro de Sent Soví, un recetario de cocina medieval del año 1324.
Inicialmente, era un plato principal reservado para las clases altas, ya que su elaboración requería tiempo, cuidado y utensilios especiales para evitar que se ahumara. Sin embargo, su versatilidad lo convirtió en un plato que incluía versiones con langosta, pescado o calabaza, además de su versión dulce.
Se cree que la versión de postre del manjar blanco surgió en la Cartuja de Scala Dei -un monasterio de Tarragona-, durante la Cuaresma, cuando los monjes adaptaron sus recetas sustituyéndolo por leche animal, y los huevos por leche de almendras y almidón. El resultado fue una exquisita crema blanca que, en el siglo XIX, se popularizó como postre habitual en recetarios como Lo cuyner dels desganats (1875) o La cuynera catalana (1880), aromatizada con canela y piel de limón.
Es interesante destacar que el manjar blanco también tiene un lugar en la literatura, como lo demuestra una escena de la novela del Quijote (1605) en la que los protagonistas disfrutan de este exquisito postre, durante su paso por Barcelona.
Diferencia entre el manjar blanco y el dulce de leche
El manjar blanco y el dulce de leche son dos postres que comparten algunas similitudes, pero también tienen algunas diferencias en cuanto a ingredientes, sabor y textura. ¡Analicemos cada uno de ellos!
El manjar blanco es un postre tradicional originario de la Península Ibérica y se elabora a partir de leche, azúcar y algún espesante como maicena o arroz. Su sabor es delicado y dulce, con un ligero toque de vainilla o canela en algunas recetas. Es ideal para untar en pan o galletas y se utiliza como relleno de pasteles y postres.
Sin embargo, el dulce de leche es un producto típico de América Latina, especialmente, popular en Argentina, Uruguay y Chile. Se elabora cocinando leche y azúcar a fuego lento durante horas, lo que le confiere su característico color marrón dorado, su textura espesa y su sabor intenso. Se consume como relleno de alfajores, como cobertura de postres o simplemente untado en pan o galletas.
Receta del manjar blanco
Para preparar un típico manjar blanco se necesitan estos ingredientes: 200 g de almendras crudas, 100 g de azúcar, 25 g de almidón, medio litro de agua, piel de limón, canela en rama, aceite y una pizca de sal.
La elaboración es muy sencilla. Has de triturar las almendras con el agua con una batidora y dejar reposar en la nevera unas seis horas. Después de este tiempo, hay que colar las almendras para obtener la leche y reservar un poco para deshacer en ella el almidón. El resto de la leche se debe hervir durante cinco minutos con el azúcar, la canela y la piel de limón. Luego, se ha de retirar la canela y la piel de limón y se añade el almidón mezclado y sin grumos con la pizca de leche que habías reservado. Se ha de dejar que cueza durante medio minuto y se vierte la leche en tarrinas de barro, como marca la tradición. Finalmente, se deja templar y se lleva al frigorífico hasta que cuaje. ¡Y ya estaría!
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