James Cameron, director de cine
¿Conseguiré rodar 'Avatar' 24?
Leo unas declaraciones del cineasta canadiense James Cameron (Kapuskasing, 1954) en las que dice que, si la recién estrenada Avatar 3 no recauda mucho, pero que mucho dinero, igual no consigue rodar ni Avatar 4 ni Avatar 5. ¿Cómo se puede tomar uno semejante afirmación, que lleva implícita cierta crítica al espectador, como si éste se quedara en casa para jorobarle la existencia, y no porque se la soplen ya los altísimos pitufos (más feos que pegar a un padre) que pululan por la saga Avatar? Que es exactamente lo que me pasa a mí desde que vi la primera entrega en Nueva York (2009), en pleno auge del 3D, que duró lo que duró, aunque hubo una época en que lo usaba todo el mundo, hasta Santiago Segura para una entrega de las aventuras de Torrente (a destacar el vertiginoso primer plano de un ojete peludo). Me puse las gafas tridimensionales (encima de las de ver, que aún usaba antes de mi operación de cataratas) y me pasé dos horas y pico que, me parecieron seis o siete, como plantado ante una enorme pecera poblada de enormes pitufos.
Ya no recuerdo el argumento, aunque sí el aburrimiento sideral que me causó la experiencia inmersiva de marras (al cabo de un rato, ya no estaba delante de una pecera, sino dentro). Evidentemente, cuando se estrenó Avatar 2, me dije que, si era para el Domund, ya había dado, y me abstuve de volver a la pecera. Ahora veo que Cameron ataca con la tercera y que amenaza con la cuarta y la quinta. Y aunque sé que es muy devoto de la naturaleza submarina (en el año 2012, bajó en solitario a la Fosa de las Marianas, siendo una de las tres únicas personas en haber protagonizado esa hazaña), no entiendo cómo aún no se ha cansado de su pecera y sus pitufos (es un poco como lo de George Lucas con La guerra de las galaxias, pero mucho más cansino).
Y, sin embargo, hubo un tiempo en que este hombre tenía grandes ideas. Pensemos en sus dos entregas de Terminator (1984 y 1991), que escribió y dirigió. O su Aliens (1986), con lo que costaba estar a la altura de Ridley Scott y la primera película de la serie. Reconozco que con The Abbys (1989) casi me duermo, y que no le vi mucho la gracia a True lies (1994), pero solo por sus dos Terminators (que he visto varias veces), le considero un maestro del cine de acción.
Confieso que me salté Titanic porque, como ironizaba Sergi Pàmies, ya sabía cómo terminaba: con todo el elenco ahogado. Y también porque pocas canciones me han irritado más que My heart will go on, interpretada melodramáticamente por la reina quebequesa del melisma, Celine Dion. Me gustaría volver a Cameron, pero lo veo poco probable, ya que solo piensa seguir dándome la chapa con los pitufos de Avatar. Y hasta el día del juicio, si tenemos en cuenta los años que se tira entre una entrega y otra.
Fue un placer conocerle, señor Cameron. Y no dude que volveré a tragarme sus Terminators cuando necesite una buena dosis de adrenalina en vena.