Antony Price, diseñador de moda

Antony Price, diseñador de moda

Examen a los protagonistas

Antony Price

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El genio inadvertido

En su Inglaterra natal se le conocía como “ese grandísimo diseñador del que nunca has oído hablar”. Antony Price (Kerghley, Yorkshire, 1945 – Londres, 2025) fue un personaje fundamental de la moda británica en el que nunca se fijó ninguna de las grandes marcas.

Diseñadores más jóvenes que él, como Alexander McQueen o John Galliano, reconocían su influencia, pero a ellos los fichaban potentes firmas francesas o italianas y nuestro hombre seguía en su tienda de Kings Road, cuidando de su fiel y selecta clientela. Aunque empezó su carrera como sastre para caballeros, su paso a la moda femenina, con un peculiar estilo retro inspirado en el Hollywood de los años dorados o en los uniformes militares, fue francamente brillante. Y, por encima de todo, Price fue el típico creador que estaba en el lugar adecuado a la hora precisa.

El señor Price empezó a brillar a principios de los años 70 gracias a su relación con la música pop. Amigo de Bryan Ferry, vistió a todo Roxy Music en su época más flamboyant (y fue él quien le enjaretó al pobre Phil Manzanera aquellas célebres gafas de ojo de mosca con las que no veía ni flores durante las actuaciones en directo). Además de eso, diseñó las cubiertas de sus primeros discos, cuidando de que la pin up de turno luciera el vestuario adecuado y el maquillaje preciso. Antony Price diseñó ropa para Mick Jagger, David Bowie y Duran Duran (que siempre quisieron ser los nuevos Roxy Music, aunque perecieron en el intento). Curiosamente, entre sus clientas contó con la actual reina consorte de Inglaterra, Camilla Parker-Bowles, un personaje sin mucho que ver, aparentemente, con el glam rock.

Antony Price tenía una actitud de sastre que espera pacientemente a sus clientes en su tienda para tomarles medidas personalmente. Los trajes que le hizo a Bryan Ferry me causaron admiración durante años, aunque no pudiese sufragármelos (corte clásico, pero con pequeñas y estimulantes variaciones en el diseño). Por eso, durante una visita a Londres en 1980, acabé entrando en su tienda. Él no estaba, pero el amable dependiente había sido debidamente entrenado: cuando le pregunté si su jefe era el que le diseñaba los trajes a Ferry, repuso: “Aún lo hace”. Huelga decir que salí de allí sin comprar nada y que, probablemente, quedé como un pelacañas, pero me tomé la performance como un homenaje a Roxy Music, mi banda favorita de todos los tiempos.

Ahora que ha muerto, amigos y conocidos han destacado su faceta de artesano, de diseñador que dominaba el patronaje y fabricaba piezas aparentemente frágiles que eran en realidad de una solidez admirable. Casi todos se han preguntado por qué ninguna gran firma se interesó por él, aunque señalando que su amigo tampoco se mató para lograrlo: con sus tiendas de Londres y su casa en el campo llena de gallinas y otros bichos con plumas parecía estar satisfecho.

Antony (sin hache) Price ha fallecido convertido en eso que los británicos definen como un national treasure (tesoro nacional). Yo creo que ha sido el secreto mejor guardado de la moda británica y, sin duda alguna, “ese grandísimo diseñador del que nunca has oído hablar”.