Juan Carlos I
Después de haber largado discursos por televisión que se emitían en todos los canales habidos y por haber, debe resultar ligeramente humillante recurrir a un canal de YouTube para contar tus cosas, que es lo que le ha pasado a nuestro querido rey Emérito a la hora de promocionar su recién publicado libro de memorias, optimistamente titulado Reconciliación. Y encima, sus esfuerzos comunicativos no le han hecho ninguna gracia a su hijo, el actual rey de España, ni a la Casa Real, que lo ha encontrado inoportuno e innecesario.
Tampoco es que el discurso del Emérito sea para cabrearse, pues consiste en cuatro vaguedades sobre lo bien que hizo las cosas (afirmación que muchos ponen en duda) y lo mucho que tenemos que ayudar sus súbditos a su heredero, pues pintan bastos en España y en todas partes. Curiosamente, en las altas esferas nadie parece haberse dado cuenta del auténtico objetivo del video de marras, que, en mi opinión, es hacer promoción de sus memorias. Es decir, una versión real (o emérita) del viejo mantra de Francisco Umbral: "Yo he venido a hablar de mi libro". Es decir, que nuestro hombre, mientras hace como que nos da buenos consejos para reafirmar la convivencia entre españoles (incluidos los que no quieren serlo), lo que en realidad pretende es que adquiramos su libro y le demos una alegría a su cuenta corriente, que en Dubai está todo muy caro.
Tengo la impresión de que el Emérito no lleva muy bien lo de mantener un perfil bajo. Muchos creemos que es lo mejor que puede hacer si tenemos en cuenta que, con sus cacerías, sus líos de faldas y sus labores de comisionista, a punto estuvo de llevarse por delante la monarquía española, dejando, de paso, a su hijo sin trabajo y a su nieta sin herencia. Pero es evidente que el hombre se ha perdonado a sí mismo, que considera leves pecadillos sus discutibles actividades del pasado. Ve que lo invitan a comer a palacio, pero que luego lo desalojan a gran velocidad. No quiere reconocer que su buena prensa cuando el 23 F se la ha cargado él mismo.
A diferencia de Juan Carlos I, Felipe VI se ha dado cuenta de que la monarquía hay que sostenerla a diario y sin meteduras de pata. De ahí que no se lleven muy bien. El uno es el último representante de una monarquía entendida como chollo máximo, mientras que el otro sabe que se juega a diario su puesto de trabajo y no está para aguantar a papá en YouTube dando consejos que nadie le ha pedido y, sobre todo, promocionando su libro.