El curandero Josep Pàmies
Las vacunas son perjudiciales para la salud. El sida no existe. La hepatitis C tampoco. El cáncer se cura con determinadas plantas. La leucemia también. Ah, y para el autismo no hay como la lejía. Estas brillantes teorías científicas han surgido del privilegiado caletre de Josep Pàmies (Balaguer, 1948), payés y curandero que lleva años manteniendo sus tesis, para desesperación de la Generalitat y de cualquiera mínimamente preocupado por la salud pública.
De una manera cíclica, el señor Pàmies aparece en las noticias por alguna extravagancia de las suyas. La más reciente consiste en el peculiar fichaje del neonazi Pedro Varela, antaño propietario de la clausurada librería barcelonesa Europa, al que había invitado a participar en uno de los encuentros con sus fans que el hombre organiza con cierta frecuencia. No sabemos de qué pensaba hablar el señor Varela, ya que su charla fue desactivada antes de empezar por la autoridad competente, pero nadie ve muy claro qué pintaba un admirador del Führer en un herbolario alternativo.
Igual todo fue una táctica del Gran Magufo para hacerse notar y que la prensa le hiciera un poco de caso, pues debe recordar a la población que existe y que todas sus pociones mágicas (¡atención, Obelix!) están a la venta en su web.
Nuestro hombre inició su carrera de manera discreta y, poco a poco, se hizo conocido a nivel catalán y español. No es de extrañar su popularidad, pues hay equivalentes suyos repartidos por todo el mundo. En Estados Unidos, Trump ha colocado a un notable magufo al frente del departamento de Salud, ese Kennedy que debe ser la vergüenza de la familia y que es más bruto que un arado.
A la gente le gusta creer en la purga de Benito, que es como se conocían las terapias alternativas durante el franquismo. Es bonito creer que con una infusión te librarás del cáncer. Sobre todo, si quien te lo dice es una especie de gurú que se divierte sintiéndose perseguido por el sistema. En lo único que tiene razón nuestro curandero de Pagés es en que Big Pharma, las compañías farmacéuticas, se forran a nuestra costa, pero eso es algo que todos teníamos ya claro.
Ante las limitaciones de la medicina tradicional, mucha gente ha optado por la alternativa, donde, como en todas partes, también hay clases y los especialistas honrados se confunden con los sacamantecas aprovechados. Para triunfar como Pàmies es necesario inventarse las verdades más indemostrables y fantasiosas. Siempre pica alguien. Por estupidez o desesperación. Y todos juntos se convierten en una notable entrada de capital en la cuenta del magufo de turno, a quien le falta tiempo para presentarse como una víctima de esta cruel sociedad capitalista (y a veces hay quien toma partido por él; recordemos, en este caso, la solidaridad de la inefable monja Forcades).
No sé qué tienen que ver las plantas y los nazis, pero la cosa le ha servido a Pàmies para volver a salir en los papeles. Enhorabuena.