Oriol Junqueras, presidente de ERC, en un acto anterior
Oriol Junqueras anunció su candidatura a presidente de la Generalitat de Cataluña en 2028, tal y como prometía. Pero lo hizo mordiéndose la lengua, con una mera referencia al principio de su conferencia, titulada Una nova ambició nacional.
En otras palabras: Junqueras se atrevió, pero poco. Y eso que --o quizá porqué-- su partido viene de atravesar una dolosa crisis interna que casi derivó en un todos contra todos.
Ahora, el presidente de ERC trata de recomponerse y alzarse como un candidato que ilusione a los catalanes de cara a 2028. Pero lo cierto es que aquel año, hará casi dos décadas que el político independentista está en política. Incluyendo un paso por la alcaldía de un ayuntamiento y por un Govern de la Generalitat.
En toda esta trayectoria, Junqueras ha aportado muy poco. No se recuerda una idea o proyecto que perdure en el tiempo del también profesor universitario. No ha destacado por su contribución al crecimiento, riqueza y cohesión social de la sociedad catalana.
Al contrario. El político encabezó el infausto procés independentista, quizá por miedo a que su rival convergente le comiera terreno electoral entre el nacionalismo. El órdago terminó mal y él, en la cárcel.
Ahora, el dirigente busca generar complicidad, pero no puede escapar a su pasado. La ciudadanía de Cataluña le recuerda, y no precisamente con un consenso sobre la bondad de su figura.