Imagen de archivo de Lluís Llach

Imagen de archivo de Lluís Llach Europa Press

Examen a los protagonistas

Lluís Llach

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Más moral que el Alcoyano

Pasó la Diada Nacional de Cataluña de este año, llenando de melancolía a los nostálgicos del prusés mientras se vaciaban las calles de Barcelona, registrándose las cifras más bajas de asistencia a las manifestaciones de toda la historia de la celebración. Así lo reflejaban al día siguiente todos los diarios, salvo los digitales del antiguo régimen, que, pese al evidente desastre, insistían en que 28.000 personas no estaban nada mal, y que esa cifra era, probablemente, el inicio de la remontada. Realmente, el que no se conforma es porque no quiere.

En esa misma línea se manifestó el inefable Lluís Llach, cantautor provecto reciclado en padre de la patria, así como un hombre inasequible al desaliento. Pese a cierta respiración asistida a cargo de Sánchez e Illa (por la cuenta que les trae), el prusés está más muerto que Carracuca, pero Llach (y los cuatro fans que le quedan) se resisten a creerlo. Persisten en Cataluña, eso sí, la mala baba, el odio a España y las ganas de incordiar, pero me temo que no basta con eso para alcanzar la independencia del terruño. La hinchada se va dando de baja y el independentista medio se va convirtiendo en un simple rondinaire.

En cuanto Junts x Cash y el claustro del beato Junqueras dejen de ser necesarios para la gobernación de España (si es que a esto se le puede llamar gobernación), el procesismo político se dará por amortizado y a ver cómo conseguimos financiar las interminables vacaciones belgas de Puchi y su fiel Comín.

Sé que ésa es la única alegría que me puede dar un hipotético gobierno de PP y Vox: enviar al carajo a la pandilla de chantajistas que tiene agarrado de los cataplines al PSOE. Preveo que un gobierno de Núñez Feijoo puede ser tan o más desastroso que el de Sánchez, pero es que lo de este sujeto ya no aguanta más. Si la alternativa al guapetón fuese el difunto Charles Manson, creo que votaría por él (al PP, desde luego, ni hablar).

El pesebre procesista se va vaciando de figuritas. La última en desaparecer, eso sí, será la de Lluís Llach. Irán cayendo Puchi, el beato, Tururull e tutti quanti, hasta que solo quede Llach, cual general Custer en Little Big Horn, diciendo que hay que resistir porque la independencia es inminente. Aunque no lo parezca. Aunque no esté ni se la espere.

En los buenos tiempos del prusés, Llach insistía en que tenia prisa por ver la independencia, que ya iba teniendo una edad. Ahora ya tiene 77 años, por lo que las prisas deben haberse incrementado… Con lo feliz que sería en Senegal con su amigo Mamadou, regalando barcas a los pescadores tras pintarles en la quilla una estelada…La patria no lo merece. Y yo tampoco, aunque por diferentes motivos.