La secretaria general de Podemos y diputada Ione Belarra
La intervención de Ione Belarra, secretaria general de Podemos, cargando duramente contra los Mossos d’Esquadra y acusando de antemano a la policía catalana de aplicar criterios racistas en la gestión de la inmigración, ha resultado profundamente desafortunada, fuera de lugar y, en última instancia, totalmente irresponsable.
Hacer comparaciones directas con la actuación de la Policía Nacional, generalizando prácticas sin aportar pruebas y atribuyéndolas preventivamente a los Mossos, no solo es injusto, sino que denota un desconocimiento alarmante del cuerpo policial catalán. Y, en general, de los cuerpos policiales.
Belarra no es catalana, y sus declaraciones muestran una preocupante desconexión con la realidad social, institucional y política de Cataluña. El ataque gratuito a los Mossos no solo ha generado malestar entre los propios agentes, sino también entre amplios sectores políticos catalanes.
Figuras tan diversas como el president Salvador Illa, la consellera Núria Parlon, Oriol Junqueras o Carles Puigdemont han manifestado su frontal rechazo a unas afirmaciones que consideran peligrosamente cercanas al discurso del odio y del supremacismo. Parlon, en particular, ha calificado las palabras de Belarra como "reprochables" y ha exigido una disculpa pública por parte de la dirigente de Podemos.
De este modo, la consellera de Interior ha condenado las declaraciones, subrayando que se trata de un ejemplo claro de “muy poco respeto por los cuerpos policiales”, y ha advertido del riesgo de polarización social en un contexto ya suficientemente tenso. Atribuir intenciones racistas sin fundamento es una forma irresponsable de ejercer la política, que solo contribuye a deteriorar la convivencia y a debilitar la confianza ciudadana en las instituciones. Ya no solo por lo que respecta a los Mossos, sino también por la Policía Nacional.
En lugar de contribuir al diálogo constructivo o a la mejora de políticas migratorias, Belarra ha optado por el enfrentamiento fácil, sin matices ni contexto. Mucho menos con pruebas. Un gesto más de polarización que, lejos de servir al interés general, alimenta el descrédito y la desconfianza. La política necesita responsabilidad y respeto, no declaraciones incendiarias.