Volodímir Zelenski (izquierda), Donald Trump (centro) y J.D. Vance, a la derecha

Volodímir Zelenski (izquierda), Donald Trump (centro) y J.D. Vance, a la derecha Brian Snyder - Reuters

Examen a los protagonistas

Volodímir Zelenski

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Su mejor papel

Cuando Rusia inició sus ataques a Ucrania, todo el mundo pensaba que la guerra duraría dos semanas y las tropas de Putin se plantarían en Kiev en un santiamén. El hecho de que el presidente del país fuese un actor cómico tampoco permitía presagiar nada bueno. Pero luego resultó que los ucranianos resistían la agresión de manera ejemplar y que su presidente parecía haberse dado cuenta de que la historia le había proporcionado su mejor papel, así que se lo tomó en serio y no dudo en calificar su actuación de admirable.

Siempre que aparece el nombre de Zelenski en una conversación, sale alguien a decir que es un tirano o un corrupto o ambas cosas (no sé qué información maneja la gente que a mí no me llega), pero yo solo veo a un tipo al que le ha caído un marrón descomunal e intenta quitárselo de encima de la mejor manera posible.

Por eso no es de recibo la encerrona que le acaban de montar en la Casa Blanca el presidente Trump y el vicepresidente Vance. Todos hemos podido verla por la tele y es una vergüenza.

El hombre se planta en Estados Unidos a negociar la posible cesión de tierras raras y a pasar el cazo (como tiene por costumbre, ya que no le queda más remedio) y sus anfitriones actúan como matones de patio de colegio, lo humillan de mala manera, le vienen a decir que no pinta nada en esa guerra y que lo deje todo en sus manos y lo acusan de ser un maleducado que ha ofendido a América con su actitud y que ya puede largarse y volver cuando esté preparado para la paz. Previamente, Trump lo había calificado de dictador, aunque luego dijo que no recordaba haber afirmado tal cosa.

El espectáculo fue bochornoso y nos pilló a todos desprevenidos. Ya sabíamos que Trump es un gañán y un grosero, pero pensábamos que habría aprendido algo de diplomacia, la suficiente para saber que a un mandatario extranjero no se le recibe para humillarle y echarle un chorreo descomunal, como acabó haciendo él.

Daba la impresión de que Trump le echaba la culpa de la guerra a Zelenski, como si éste hubiese provocado la invasión con su actitud inapropiada con Putin. Trump y Putin se entienden muy bien porque, en el fondo, son iguales: dos tiranuelos expeditivos que sólo piensan en sacar adelante su agenda, caiga quien caiga (en Moscú, los enemigos de Putin se caen literalmente de las ventanas). Hasta el punto de que Trump acaba respaldando la invasión, aunque su cargo de mandamás del mundo libre le obligaría a respaldar al país agredido.

Como todos pudimos ver, la reunión acabó como el rosario de la aurora. Las tierras raras no fueron objeto de ningún documento firmado. Zelinski no estaba para firmar nada. Se volvió a casa totalmente rebotado y tuvo que soportar, además, que su anfitrión lo pusiera de vuelta y media ante la prensa. La presidencia de Donald Trump acaba de empezar y cada día nos da motivos de preocupación. Su numerito con Zelenski es francamente aterrador y nos prepara para cualquier cosa. Dios nos coja confesados.