La 'consellera' de Interior y Seguridad Pública de la Generalitat, Núria Parlon, en el Parlament el 6 de noviembre

La 'consellera' de Interior y Seguridad Pública de la Generalitat, Núria Parlon, en el Parlament el 6 de noviembre Kike Rincón / Europa Press

Examen a los protagonistas

Núria Parlon

De tal Illa, tal Astilla

Publicada

Parece que la consejera de Interior de la Generalitat, Núria Parlon Gil (Santa Coloma de Gramanet, 1974, ciudad de la que fue alcaldesa durante un montón de años), se ha propuesto irritar a conciencia a las fuerzas del procesismo local. El pasado siete de octubre, el CECOT (Centro de Coordinación de Emergencias de Cataluña) emitió un mensaje en castellano que no pasó inadvertido a los guardianes de las esencias, que enseguida le cantaron las cuarenta a la consejera. Ésta se disculpó (es muy sociata esto de disculparse por cosas que no necesitan disculpa), achacó la cosa a un error humano y el lazismo le perdonó la vida, pese a lo grave que resulta que en Cataluña se emita un mensaje oficial en la lengua más hablada por sus habitantes.

Un par de meses después, la señora Parlon demuestra no haber aprendido la lección y prepara otra provocación insufrible para el macizo de la raza: la semana que viene, piensa acudir a la celebración de la Pascua Militar, algo que hacía como quince años que no pasaba porque los diversos gobiernos procesistas se abstenían de participar en actos organizados por las fuerzas de ocupación españolas. Se van a poner como las cabras, ahora que ya le habían casi perdonado lo del comunicado del CECOT en el idioma equivocado. La fiesta, en sí, tiene indudable solera, aunque no de la que aprecian los separatistas: la fundó el rey Carlos III en 1782, coincidiendo con la recuperación de la isla de Menorca por parte de la corona española. Acabando con una falta de educación lazi que ha durado demasiado, la señora Parlon participará la semana que viene en la Pascua Militar, siguiendo el ejemplo de su jefe, el presidente de la Generalitat, que, a diferencia de sus antecesores en el cargo, lleva desde que tomó posesión presentándose en Madrid en todo tipo de actos oficiales, incluyendo encuentros con el rey y hasta desfiles del día de la Constitución. A Illa, en cuestiones de protocolo, no hay quien le tosa. Y también creo que extrae cierto placer en contradecir el credo procesista y comportarse como un presidente autonómico más o menos normal. Más o menos porque el presidente catalán nunca será del todo igual que sus colegas. Aunque no sea separatista, como ocurre con Illa, ese presidente siempre tiene que sobreactuar un poco en la reivindicación del terruño, llegándose a inventar teorías tan peculiares como la de que el régimen especial para Cataluña no se llevará a cabo soplándoles pasta a otras autonomías (tiene Illa a su favor la virtud de que es capaz de defender lo indefendible con una seriedad y un tronío que, a la que te descuidas, todo te resulta muy verosímil).

Pero lo que quiero destacar aquí de su administración es su voluntad de cumplir con sus obligaciones constitucionales, algo que pone de los nervios a los tururulls de este mundo. En ese sentido, cada acto oficial, sea un desfile en Madrid o lo de la Pascua Militar que le toca a Parlon, tiene, por lo menos para mí, un doble valor: estar a lo que hay que estar y sacar de quicio a lo que queda del desarbolado procesismo. Los pequeños gestos son importantes. Sobre todo, frente a un personal que vive instalado en la pequeñez y las ganas de chinchar.