El secretario general de Junts, Jordi Turull interviene en el Congreso del partido en Calella

El secretario general de Junts, Jordi Turull interviene en el Congreso del partido en Calella EFE/Quique García

Examen a los protagonistas

Jordi Turull

Golpista y caprichoso

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Llevo tiempo sospechando que Jordi Turull (Barcelona, 1966), secretario general de JUNTS, tiene lo que suele definirse como una cara de cemento armado. He perdido la cuenta del número de ilegalidades que ha cometido en el transcurso de su, digamos, vida política, pero su último caprichito me parece que ya pasa de castaño oscuro. Se le ofrece, a petición de un ciudadano particular, el indulto por todos sus tejemanejes del cristo del 17 y el señorito lo rechaza porque, según él, lo que le corresponde es la amnistía. En fin, todo es cuestión de opiniones. Tururull cree merecer la amnistía y yo creo que no le vendrían mal unos cuantos años más a la sombra. Y tengo la impresión de que la justicia española es demasiado tolerante con sus chiquilladas.

Para empezar, ¿se puede saber por qué no se le ha llamado a declarar por su colaboración (junto a Gonzalo Boye) en el espectáculo a lo Houdini de Puchi en Barcelona a finales de agosto? El hombre presumió de haberlo organizado todo, incluyendo la entrada y la fuga del ex presidente en territorio nacional. ¿Eso no se llamaba obstrucción a la justicia y solía ser considerado un delito? Aunque también es verdad que no sé cómo podemos esperar una actitud razonable por parte de las autoridades si lo más probable es que el gobierno español facilitara la entrada y salida de España del glorioso fugitivo. Tal como es Marlaska, si el jefe le dice que les diga a maderos y picoletos que miren hacia otro lado en la frontera, ese va y lo hace. Y si la cúpula gubernamental está así de podrida, ¿qué vamos a esperar de un juez de Barcelona que, probablemente, no recibe órdenes de interesarse por las trapisondas escapistas del inefable Tururull?

Jordi Turull es uno de los personajes más irritantes de lo que queda del prusés, al mismo nivel que Miriam Nogueras. Ambos son chulos y prepotentes y gastan una actitud de que el mundo (o España) les debe algo. Las disquisiciones de Tururull entre indulto y amnistía ya son de traca. Que alguien que debería estar en el talego se haga el finolis a la hora de recibir un favor de su estado opresor (que le permite ganarse muy bien la vida, por cierto) ya es la monda. Insiste Turull en la amnistía porque esa es la manera de hacer quedar a los jueces del Supremo como unos prevaricadores, cosa que no se consigue con el indulto. O sea, no tiene bastante con que le caiga un chollo inmerecido, sino que, además, ese chollo tiene que diseñarlo él según su gusto y su conveniencia.

Todo esto se lo permite porque es uno de los siete esbirros de Cocomocho que deciden por donde tira la política española, ya que España es el único país del mundo dirigido por quienes aspiran a destruirlo. Pero vamos a dejarlo ahí, pues de aquí pasaríamos a la manera de ir por el mundo de Pedro Sanchez y, francamente, es un tema que ya lo tengo muy gastado.