Enrique Tomás bulle de ideas. El empresario de Badalona, que ha conseguido armar un pequeño imperio en torno al jamón ibérico, busca mercado en lugares en los que otros ni siquiera habrían reparado.
Su última aportación es Jamon Air, una operadora de servicios aéreos que busca acompañar su iniciativa de turismo gastronómico a lo largo y ancho de España. Es, de nuevo, una iniciativa fresca del directivo catalán. Bien diseñada y ejecutada, puede tener recorrido.
Eso sí, Tomás debería trabajar en eso: la ejecución de sus proyectos. Porque, a lo largo de su trayectoria profesional, ha querido ser rompedor en algunas ocasiones -como con el Jamón Experience de Las Ramblas de Barcelona- y no lo ha conseguido.
La veteranía es un grado, y Enrique Tomás debe demostrar que no sólo sabe tener ideas, sino también madurarlas y llevarlas a la práctica a su debido tiempo y con las debidas salvaguardas.
El mercado aéreo es un sector muy competitivo, con márgenes que apenas rebasan el unidígito. Si el ejecutivo quiere hacerse un hueco en el sector de los servicios o la aviación, aunque sea la corporativa, debería meditar su proyecto de forma muy reposada. Porque otros ya lo intentaron antes, y han fracasado.