Una carrera (casi) impecable
Recuerdo haber asistido a un mitin de Josep Borrell (La Pobla de Segur, Lleida, 1947) a finales de los años 90, cuando el hombre aspiraba a alcanzar la presidencia del gobierno español, y haberme llevado una muy buena impresión de él, aunque en esa época ya estaba ligeramente quemado de los discursos de nuestros políticos. Todo lo que dijo me pareció de una lógica y una coherencia aplastantes y creo recordar que salí de allí con la firme intención de votarle. No pudo ser. Unas malas compañías de la delegación de Hacienda de Barcelona apartaron a Borrell de la carrera hacia la presidencia y, aunque logró sobrevivir e ir empalmando una serie de cargos de una indudable relevancia, siempre le quedó el baldón de una supuesta corrupción que, aunque no lo fuera exactamente (todo apuntaba a un abuso de confianza por parte de unos presuntos camaradas), lo apartó de los más altos destinos de la política española.
Hombre sobradamente preparado (es ingeniero aeronáutico y economista), fue ministro del gobierno nacional y luego pasó a ocupar cargos europeos. El más reciente, Alto Representante de la Unión Europea, del que ha dimitido hace nada para ponerse al frente del CIDOB, think tank barcelonés consagrado a las relaciones internacionales. Aparte de contribuir al concierto entre naciones, otra de las especialidades del señor Borrell ha sido (y es) sacar de quicio a los representantes del lazismo, que no lo pueden ver ni en pintura. Hace un tiempo, en su pueblo le quitaron la calle que tenía a su nombre para rebautizarla con la bonita fecha del 1 de octubre, pues ya se sabe que, a los catalanes, empezando por nuestra fiesta nacional, nos gusta celebrar desastres y derrotas. Nada más ser puesto al frente del CIDOB, Puigdemont y su fiel Turull se han lanzado a echar pestes de él y a asegurar que va a contribuir todo lo que pueda a la españolización de esa institución, que, por cierto, nunca había sido un arma al servicio de la catalanidad. Pero el caso es poner de vuelta y media a Borrell porque nunca ha militado en el sector cebolludo y siempre ha ejercido de español y europeo (por no hablar de que ha desempeñado todos sus trabajos con mucha mayor eficacia que los inefables Cocomocho y Tururull).
Creo que tampoco le perdonan la publicación en 2015 -a medias con Joan Llorach- de Las cuentas y los cuentos de la independencia, un libro que desmontaba las lloreras habituales del nacionalismo catalán sobre el supuesto expolio al que España somete a nuestra desdichada región (o nación, o lo que ustedes quieran). Para el lazismo, el señor Borrell es uno de los principales enemigos de la Cataluña catalana, y nunca se le ha reconocido ningún mérito, por más que haya mostrado su valía a nivel internacional durante todos los años que se ha tirado en las instituciones europeas. Para mí siempre será el hombre que pudo reinar y que se hundió tontamente por unos contactos que debería haberse ahorrado. He escuchado hablar a mucho político y les aseguro que lo que le escuché a Borrell en 1998 (o 1999, ahora no lo recuerdo con precisión) es lo que siempre he querido oír en boca de un presidente del gobierno.