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El nacionalismo y el secesionismo catalán, en especial desde Junts y su entorno, persisten en su empeño de intentar limpiar la imagen de Jordi Pujol a pesar de su legado como presidente de la Generalitat, de los casos de corrupción imputados a él, a parte de su familia y a su partido (Convergència), y de su confesión de fraude fiscal al haber tenido una fortuna en Andorra -caso, todavía hoy, pendiente de juicio-.
El exmandatario nacionalista recibió ayer un homenaje rodeado de muchos de sus colaboradores a lo largo de sus 23 años al frente del Govern -entre ellos, Artur Mas, Núria de Gispert y Xavier Trias-, quienes no escatimaron elogios a su figura. Caso, por ejemplo, el actual presidente del Parlament, Josep Rull (Junts), quien llegó a calificar a Pujol de "padre de la nación catalana", nada menos.
En su media hora de discurso, Pujol insistió en muchas de sus reflexiones de los últimos tiempos. Entre ellas, reconocer que la secesión de Cataluña es "muy difícil", y dar por hecho que al menos "en 10 o 15 años" no será posible pensar en ella; en reivindicar lo que él considera "proteger la lengua", la cultura o la educación; defender el legado de Convergència -disuelta en 2016 tras diversos casos de corrupción-; y hablar de otros temas como la inmigración.
Al igual que en otros actos recientes, el antaño jerarca nacionalista se muestra preocupado por este fenómeno y los riesgos que, según él, puede suponer la baja natalidad en Cataluña. Aunque pidiendo, eso sí, evitar "una actitud hostil o de rechazo" hacia estas personas.
Mejor haría Pujol en evitar este tipo de recelos hacia la inmigración -recordemos que, este mismo 2024, llegó a advertir de que los catalanes autóctonos podrían caer en "una situación de gran marginalidad" por ella- y preocuparse de otras cuestiones no identitarias. Aunque, vista su trayectoria política, parece improbable que vaya a hacerlo.