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Holaluz divisa al fin la luz al final del oscuro túnel por el que ha discurrido durante los últimos 12 meses. Víctima de los efectos que la volatilidad de los precios de la energía ha tenido en el segmento de las comercializadoras, la compañía que puso en marcha la "revolución de los tejados" ha tenido que concentrar todos sus esfuerzos en encontrar fórmulas para refinanciar su deuda, lo que le ha llevado incluso a tener que vender su cartera de deuda con clientes con un notable descuento.
El equipo gestor ha encontrado al fin la salida del laberinto, aunque no ha sido del modo que esperaban en principio. Definitivamente, el recurso ha sido la llegada de un socio que inyecte capital, aporte el oxígeno necesario para los próximos trimestres y calme definitivamente a la banca acreedora. Eso sí, todo ello con el coste para los fundadores de perder peso en el capital y dejar su posición como primeros accionistas de Holaluz.
Una medida que el equipo liderado por Carlota Pi ha tratado de evitar a toda costa; pero, sin duda, preferible a la del preconcurso de acreedores, que el consejo llegó a considerar como alternativa si las negociaciones para obtener préstamos y líneas de crédito no llegaban a buen puerto. Un supuesto que, finalmente, se cumplió. Pero la vía del inversor salvador se interpuso para evitar la marcha hacia los juzgados de lo mercantil.
No todo el trabajo está hecho. Pese a que la estabilidad parece haber llegado a los mercados y la compañía ha sido capaz de reducir las pérdidas, los auditores siguen mostrando dudas sobre el futuro de Holaluz. La nueva etapa debe terminar de perfilarlo.