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La banca ha admitido privada y públicamente en los últimos tiempos que tiene un serio problema de imagen ante los ciudadanos. Incluso lo ha hecho en algunas de sus campañas publicitarias. Las sensaciones que el sector genera entre sus clientes serían muy diferente si los mensajes que difunde se parecieran más a los de todo un referente, no sólo del ámbito financiero en particular sino del empresarial en su conjunto, como Isidro Fainé.
Frente a guerras comerciales, batallas por el pasivo y conceptos tan sumamente mercantilistas como rentabilidad y capital, el presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, primer accionista de Caixabank, dio una lección sobre cómo humanizar un sector en el que las personas, tanto clientes como empleados, son en demasiadas ocasiones reducidos a meros números.
Ante una amplia representación del mundo financiero internacional, Fainé pronunció un discurso en el marco de su reelección como presidente del Instituto Mundial de Cajas de Ahorros y Bancos Minoristas en el que, por delante de cifras, tendencias, previsiones, mercados, etc, colocó a las personas. Y lo hizo situando en la primera línea de los objetivos conceptos como inclusión financiera, acceso a los servicios, justicia y transparencia.
La Fundación Bancaria La Caixa financia una de las obras sociales más ambiciosas de Europa, con un presupuesto creciente año a año que en 2024 ha alcanzado los 600 millones de euros, destinados en su mayor parte a la ayuda de los colectivos más desfavorecidos y el fomento de la igualdad de oportunidades. Es obvio que nada de eso sería posible sin rentabilidad y beneficios. Pero también ha de serlo que esas metas nunca deben desviar la atención de lo realmente importante: las personas.