Estaba el Barça al borde de un ataque de nervios, con Joan Laporta destrozando bandejas de canapés cuando llegó Hansi Flick, campeón de todo con el Bayern en 2020, de quien se sabía que era un técnico muy metódico, ambicioso y perfeccionista. La suya fue la carta desesperada que se jugó el presidente para reactivar a un club deprimido, con muchos números rojos.
Llegó Flick y puso orden en el Barça. Persona de pocas palabras, pidió a Laporta que se respetara su parcela de poder y con mano de seda apretó las tuercas de los futbolistas. Sin hacer mucho ruido y menos complejos, cambió el tiki-taka por un fútbol más directo y vertical. Y, sobre todo, mejoró la preparación física de una plantilla poco acostumbrada al trabajo duro.
Flick es un entrenador cercano a los futbolistas. Alza poco la voz, pero no perdona sus faltas, ya sea un retraso o un entrenamiento con poca intensidad. Tampoco quiere excusas. El técnico alemán siempre quiere más. Tras el 4-1 al Bayern pedía otra victoria de prestigio en el Bernabéu, el mismo estadio que muchos días probaron Pep Guardiola y Leo Messi. Hoy, el club está en manos del equipo y Laporta disfruta con los remedios de Flick.